Wednesday, November 26, 2014

4 Años, 4 Pies

Mudarse a una casa nueva es, sin duda, un momento memorable. Por lo cual me resulta difícil creer que no encuentro en mis memorias un registro claro del día en que nos mudamos. (¿Habré estado demasiado cansado?) No recuerdo cuando metimos ni las camas, ni las cajas; ni la ropa, ni los platos. Curiosamente las cosas que se adhieren a nuestra memoria no son siempre las de esperar. A veces es la imagen de un niño acostado en las gradas.

Siendo el tipo lógico y práctico que soy, diseñé nuestra casa con medidas moduladas en torno a los paneles de steirofoam reforzado con que construiríamos. Siendo que los paneles miden 4’x8’ (1.22m x 2.44m), los espacios sociales miden 3 paneles x 3 paneles; las habitaciones: 3 paneles x 6 paneles. Otros elementos fueron diseñados en fracciones simples de los paneles. Por ejemplo, las ventanas miden 3’x4’ (0.915m x 1.22m). Así los paneles se cortan con un desperdicio casi nulo.

Las gradas principales tienen pasos de 3’ (0.915m), no porque sean construidas del mismo material, sino porque son de madera de pino y la industria maderera trabaja en pulgadas y pies, no en sistema métrico. De una pieza 2”x12” de 12’ salen cuatro pasos de 3’ para las gradas. Pero los dos pasos que bajan el nivel del vestíbulo hacia la sala y el comedor juegan un papel distinto. Más que simplemente para subir y bajar, sirven para unificar los ambientes. Como elementos que abren el paso de un espacio a otro, merecen un tratamiento menos utilitario. Por eso miden 4’.

Fue en una de estas gradas donde se acostó Ian cuando tenía cuatro años. No sé cuánto tiempo teníamos de vivir ya en la casa, pero esta es una de las imágenes más tempranas que ha quedado registrada en mi memoria. Nuestro muchacho tenía ya cuatro años y medía exactamente cuatro pies. Lo sé porque quedaba justo entre los laterales de perfil de madera a uno y otro lado del paso. No sé por qué eso nos produjo tanta risa a todos los que estábamos presentes. Quizás sería la emoción de Ian al sentir que ya cabía justo en un espacio que antes no llenaba. Talvez la inesperada congruencia entre su edad y la dimensión de la madera. No lo sé, pero fue un momento feliz y memorable.

Aquel momento fue hace cinco años. Pero lo reviví recientemente; esta vez con Joy. Desde que nació, ella sólo ha vivido en esta casa. Aquí aprendió a caminar y a subir gradas. Ahora es ella quien tiene cuatro años. El otro día la encontramos acostada en la misma grada donde su hermano lo había hecho. Ahora es ella quien cabe justa en un espacio que antes no llenaba. ¡Cómo pasa el tiempo!

Thursday, November 20, 2014

Corto Circuito


El día que finalmente estás instalando los portones de tu casa, crees que ya estás listo para cargar el camión de la mudanza. Sólo es asunto de soldar las bisagras a los soportes que salen de las columnas. Si el albañil olvidó fundir dichos soportes (como fue nuestro caso), sólo es asunto de taladrar las columnas, instalar unos expansores metálicos y soldar las bisagras. Lo que no esperas es que el instalador taladre justo en la ruta de la acometida eléctrica, ocasionando un corto circuito que te deja la casa sin electricidad.

Gracias a Dios, el incidente no hizo mucho daño. Los “breakers” se dispararon y, como no nos habíamos mudado aún, no había nada “dañable” conectado a los tomacorrientes. Sólo se fundieron los balastros de un par de lámparas, y el electricista hizo una readecuación de piezas con otras lámparas, a manera de dejar algo funcional. La lámpara de la entrada por la lavandería fue una de las donantes, mientras que la lámpara grande de la cocina cedió uno de sus tres balastros.

El plan, por supuesto, era comprar los balastros durante los próximos días para reconfigurar las lámparas. Pero hace ya varios años de eso, y la lavandería sigue a media luz. La ferretería que nos vendió las lámparas no tenía repuestos, y los balastros genéricos que se encuentran en el mercado local no cumplen con las especificaciones. Internet no ayudó en mucho más que en notificarme que el fabricante de nuestras lámparas parecía haber desaparecido. Hasta hace poco, cada vez que me encontraba en una tienda de accesorios eléctricos, me daba una vuelta por el pasillo donde exhiben los balastros, pero nunca encontré lo que necesitaba.

Un día, aprovechando que tenía desarmada otra lámpara igual en la lavandería para cambiar la candela, le tomé una foto al balastro y se la envié a un amigo, ingeniero en electrónica. Quizás él tendría un suplidor secreto; algún contacto en el bajo mundo del mercado negro de componentes electrónicos. Escasos diez minutos más tarde, me estaba enviando una foto del sitio donde podía comprar el repuesto original: amazon.com. ¿Por qué no se me había ocurrido antes?

He comprado en amazon antes, pero nunca balastros electrónicos. Aun así, comprar ese balastro no debería ser problema alguno. Mas por alguna razón, no he querido comprar el repuesto de una lámpara sin el de la otra. (No quiero que se me resienta, ¿entiendes?) Pero eso implica desarmar la lámpara grande de la cocina para tratar de identificar el balastro que debería estar allí, pero que no está. O algo así. Porque francamente, en este momento tengo dudas: ¿eran realmente dos balastros? Si consideras que la electricidad no es mi fuerte, y que quizás necesitaré hacer más interconsultas para entender bien algo tan sencillo, quizás comprenderás mi titubeo. A veces resolver problemas pequeños requiere mayores molestias que las que ocasiona el problema en sí. Por eso los vamos dejando y dejando. Así, las zorras pequeñas, echan a perder las viñas.

Y sin embargo, a veces hay cosas grandes que pueden ser desestimadas como poca cosa. ¿Mencioné que el instalador del portón es el mismo tipo que me dejó torcido el techo? No obstante, si hoy necesitase un soldador, no dudaría en contratarlo. Un accidente le sucede a cualquiera, pero no cualquiera tiene carácter. Y a pesar de todo, este es un hombre decente, inteligente y trabajador. Estoy seguro de que si estuviese a la mano, me ayudaría a resolver mi problema con los balastros.

Wednesday, November 12, 2014

Caliente y Frío


En los orígenes, cuando Dios creó los cielos y la tierra, “aún no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre para que labrase la tierra, sino que subía de la tierra un vapor, el cual regaba toda la faz de la tierra.” (Génesis 2:4-6) En el perfectamente controlado ambiente del huerto de Edén, el hombre andaba desnudo sin preocupación por el clima.

Una serpiente, un engaño y una desobediencia después, y la primera pareja se halló recibiendo las consecuencias de su pecado. No sólo serían expulsados del lugar de delicias, sino que de ahora en más vivirían diversos dolores y la maldición de la tierra, de la cual ahora comerían con el sudor de su rostro. Desde ese día cuando Dios cubrió a Adán y a Eva con pieles para que se enfrentaran al exilio de Edén, hemos necesitado protegernos de los elementos del clima. El calor y el frío, la lluvia y la sequía, la nieve y las tormentas de arena; hemos logrado adaptarnos a todos con ingenio y con el sudor de nuestro rostro.

Debo confesar que no termino de entender la aversión que muchos le tienen al sudor. Después de todo, cumple una función importante en regular la temperatura del cuerpo. Claro que, si puedo escoger, prefiero estar en lo fresco que en el calor. Pero no siempre tenemos ese lujo. Ahí, pienso yo, lo mejor es acomodarse lo mejor posible y tener un corazón agradecido. ¿Hace calor? ¡Gracias a Dios, porque es bueno para las cosechas! ¿Hace frío? ¡Gracias a Dios, porque dormiremos rico! Mi filosofía no es compartida por la mayoría, lo sé. Por eso generalmente prefiero que controlen el aire acondicionado según el termostato de los que son propensos a quejarse del calor o del frío, y no según el mío.

El diseño de la casa contemplaba circuitos eléctricos para alimentar una unidad de aire acondicionado en cada habitación, aunque no teníamos presupuesto para comprar las unidades. Los primeros años nos aclimatamos con ventiladores de techo y abrir ventanas. Después del susto nocturno que nos dieron las vacas rumiando en el potrero vecino, y una vez acostumbrados al ruido de los camiones en la carretera, dormir junto a la ventana abierta era lo suficientemente fresco. Claro que habría sido mucho más fresco si las ventanas del otro lado de la habitación también hubiesen estado despejadas, pero no sería así porque, como pronto me hizo entender mi esposa, el mundo entero se congregaba afuera de esa ventana para vernos dormir.

El día que alguien nos obsequió una unidad de aire acondicionado, decidimos instalarla en la habitación de las niñas. Lo mantuvimos en secreto de Hansi hasta que llegara de la escuela. Cuando lo vio, ¡gritó y saltó de alegría! Francamente no esperé tanto entusiasmo, pero verla tan feliz me hizo pensar que talvez no sería tan malo tener aire acondicionado en las otras habitaciones. Lo cual logramos con el tiempo.

Una de mis funciones patriarcales en la casa Rodríguez Jallú es mantener la cordura termostática de la familia. Podemos usar el aire acondicionado para dormir más cómodamente, pero a una temperatura razonable y con un temporizador que apagará automáticamente la unidad en unas horas. Lo mismo con el calentador de agua, que también fue un obsequio. En mi mente, si hace tanto calor como para requerir el aire acondicionado, entonces deberíamos bañarnos con agua fría; y si hace tanto frío que necesitamos calentar el agua con la que nos bañamos, entonces no necesitamos el aire acondicionado para dormir. Pero esa es una batalla que pierdo más frecuentemente de lo que me gusta admitir.

Wednesday, November 5, 2014

Acabados al Gusto


Después de la obra gris, vienen los acabados, y éstos dictan una enorme diferencia entre una casa y otra; no sólo en estética, sino en costos. Sea para una bodeguita o para un palacio, una bolsa de cemento gris costará casi lo mismo. Pero el piso de mármol del palacio demandará un precio muchísimo mayor que el piso de cemento pulido de la bodega.

En nuestra casa, los acabados los decidiría Abbie. Como expliqué antes, a mí me interesa más el sistema, la estructura, el espacio. Para ella, lo importante es la textura, el color, la iluminación. Siempre hemos trabajado mejor dividiéndonos así las tareas. Aún como pastores de Iglesia Piedras Vivas, yo tiendo a ver lo general, mientras que Abbie atiende lo particular. Es un buen sistema. Bien dice el proverbio que mejores son dos que uno, pues reciben mejor pago por su trabajo.

Abbie eligió una cerámica sobria para la mayor parte de la casa – un color neutro que combinase bien con los diferentes colores de las habitaciones. Para cada baño escogió cerámicas de pared que hicieran buen juego con la personalidad de los ocupantes. Una pared de la sala esperaba desnuda a que su dueña encontrara el revestimiento idóneo. Asimismo, el piso del vestíbulo aguardaba pacientemente la oportunidad de satisfacer un deseo muy particular: Abbie quería – aunque fuese solamente en estos 11.50 metros cuadrados – un porcelanato. Este piso especial, ¿sería mucho pedir?

Con lo que no habíamos contado era con que, a la hora de los acabados finales, las reservas financieras estarían bajas. Si bien cotizábamos y negociábamos en busca de los mejores precios posibles, lo cierto es que el gusto refinado tiene un costo. Y si el gusto fue refinado decorando casas de palestinos afluentes (lo digo por Abbie, no por mí), entonces una chambonada no hace justicia. De hecho, cuando Abbie iba a escoger acabados a las tiendas, los vendedores se reían porque lo que le gustaba era siempre lo más caro.

A inicios del siguiente año nos encontramos queriendo terminar nuestra obra, pero sin suficiente dinero para hacerlo, y comenzábamos a desanimarnos. Pero el día de consagración de primicias, mi madre comenzó a orar por nosotros, exhortándonos a no parar la construcción y desatando la provisión necesaria. A Abbie le dijo: “Dice el Señor que has ido a mucho lugares y que las cosas que te gustan son caras. Pero Él ha visto tu corazón, ¡y te va a complacer hasta en los lujos!” Con éstas y muchas otras palabras la alentaba.

Sin duda, el Señor estaba tratando ahora con Abbie más que conmigo, y esto significaría no sólo guiarla en el diseño y supervisión, sino en la obtención de los recursos necesarios. Una pastora de otra ciudad llegó con una visión para Abbie: miraba un camión con muchas cajas que llegaba a una casa en construcción. ¡Aleluya!

Y así de repente, la provisión comenzó a llegar. Además del obsequio de la puerta principal, unos hermanos que estaban remodelando nos regalaron la mayoría de las demás puertas. Alguien nos dio un lavamanos; otros, una tina de baño. Un hermano nos llevó a comprar lámparas. Por aquí y por allá, el Señor enviaba lo necesario.

Debo decir que fue un deleite tomar un paso atrás y ver la mano de Dios moverse. Cuando Abbie pedía mi opinión, sobre todo si ella dudaba por el alto precio de algo que le gustaba, mi respuesta era simplemente: “El Señor te dijo A TI que te va a complacer hasta en los lujos. No a mí. A ti.” Y es así como el vestíbulo llegó a revestirse de porcelantato.