Monday, October 27, 2014

Estreno a la Mexicana


La oportunidad de estrenar nuestra casa llegó temprano. Tan temprano, de hecho, que la casa no estaba aún terminada. Ni por cerca. Pero había un evento en MUNA, y mi madre necesitaba casas donde alojar a los huéspedes. Dada la escasez de lugares para hospedaje, y en vista de que nuestra casa queda en el vecindario inmediato de MUNA, concentrar recursos en habilitar una recámara y su baño era una opción muy viable.

Seguro, significaba que los huéspedes atravesarían una casa en construcción para llegar a su habitación, pero sería únicamente para dormir y asearse, puesto que el resto del día estarían participando del evento en MUNA. Sí, era un poco heterodoxo, pero ¿no era ésta la razón principal por la cual habíamos pedido al Señor una casa “propia” – para poder alojar visitantes?

En fin, nos dimos a la tarea de habilitar la recámara de la planta baja y su baño. En conformidad con el estilo MUNA de hacer las cosas, entraron los pintores a pintar, los multiusos a instalar cortineros y accesorios de baño, las aseadoras a dejar todo pulcro, los ayudantes a colocar camas y otros muebles, las decoradoras a instalar cortinas, ropa de cama, y toallas… De todo para recibir a nuestros primeros huéspedes. Fue así como nuestra casa vino a ser estrenada, no por nosotros, sino por tres mexicanos.

En mi mente, si ya habíamos recibido estos huéspedes, nosotros debíamos mudarnos en cuanto se marcharan. La familia (éramos cuatro en ese momento) podía dormir toda junta en aquella recámara. El dinero que nos ahorraríamos en alquiler iría directo a la construcción, lo que nos permitiría terminarla más pronto. En mi mente el plan era perfecto, y estaba determinado a llevarlo a cabo. Pero doña Abbie se opuso, así que yo decidí que ya no lo haríamos así, sino que esperaríamos a terminar la construcción para mudarnos. Era lo más sensato, y me alegra haber tenido esa idea.

Pasaría algún tiempo aún hasta que nosotros nos mudásemos a habitar la casa de Campo Dos. Pero desde ese día hemos alojado limeños, sampedranos, danlidences, garífunas, portorriqueñas, estadounidenses, argentinos, y más mexicanos. Con cada visita, los más bendecidos hemos sido nosotros.

Wednesday, October 22, 2014

Las Ventanas


Creciendo en casas de la Zona Americana, me familiaricé con dos estilos de ventanas: el ventanal amplio de tela metálica y malla con cortina enrollable exterior de lona, y las ventanas de puertecitas exteriores con vidrio o tela metálica interior. Para nuestra casa visualizamos ventanas inspiradas en este segundo estilo, pero con las puertecitas exteriores totalmente de madera, con reglas inclinadas a manera de celosías. La idea era que, además de ser decorativas, se cerrarían para “sellar” la casa en caso de lluvias.

No contamos, sin embargo, con algunos inconvenientes. El primero, que para abrir y cerrar las puertecitas desde adentro sin quitar la malla interior, se requiere de un operador especial. Aunque es un herraje común en muchas de las casas construidas por la Tela Railroad Co., no se encuentra en el mercado local. El segundo, el precio de todas las puertecitas de madera estaba muy por fuera de nuestro alcance. Analizamos la posibilidad de importarlas de Estados Unidos, pero aprendimos que los norteamericanos las fabrican en vinilo con fines meramente estéticos. (De hecho, cuando miras estos elementos en una casa made in USA, están atornilladas a la pared exterior sin la menor intención de abatirse o de cerrar el ventanal que muchas veces ni siquiera alcanzarían a cubrir de todos modos.)

Mi filosofía de diseño es algo purista – si tengo que hacer que un muro “parezca” de piedra, mejor lo construyo con piedras. Si las puertecitas no iban a comportarse como tales, mejor sería rediseñarlas. Abbie estaba ya considerando otras opciones y terminamos eligiendo ventanas de PVC y vidrio estilo guillotina adornadas con una moldura exterior de concreto picoleteado al natural. Después de algunos experimentos con moldes, las molduras se hicieron con relativa facilidad. Las ventanas… ese fue otro cuento.

Cotizamos en varios lugares y terminamos haciendo trato con el primo de un viejo amigo. El contrato era bastante dinero – al menos para nosotros – por lo cual, tras entregar un anticipo, procuramos estar pendientes del desarrollo de las ventanas. Tuvimos problemas diversos: atrasos de entrega, solicitudes de más dinero por “avances de obra” que difícilmente podíamos corroborar, dificultades para ubicar al contratista, y la inclusión (no autorizada) de un subcontratista. Al final, toda la experiencia fue un dolor de cabeza, pero obtuvimos nuestras ventanas. Tengo la impresión de que a otros clientes no les fue tan bien, y la empresa ya no existe.

En mi mente funcional, el diseño original de las puertecitas nos iba a permitir abrir el 100% de la apertura de las ventanas. Y siendo que la casa es poco profunda y con ventanas al norte y al sur, los espacios serían súper-ventilados. Ahora, con las guillotinas, sólo se aprovecha un 40%. Y si la ventana tiene cortinas, pues… ¡Se ven lindas!

No había para nosotros manera de saber en aquel momento que los mecanismos de las ventanas de guillotina se dañan con frecuencia. Por eso a veces verás en nuestra casa un pedazo de palo sosteniendo la hoja superior de la ventana. ¿Qué puedo decir? Casa de herrero…

Tampoco podríamos haber sabido la cantidad de geckos que morirían bajo la guillotina. Que el Señor nos perdone. Al menos, el PVC es muy fácil de limpiar.

Wednesday, October 15, 2014

Sea la Puerta


Durante el proceso de construcción, en más de una ocasión pareció como que nos quedaríamos sin fondos para continuar. Una y otra vez, el Señor proveía de una u otra forma, hasta que llegó el día en que simplemente nos detuvimos. Quizás nos detuvimos porque se secaron los fondos; quizás se secaron los fondos porque nos detuvimos. Indistintamente, el Señor quiso enseñarnos otra manera.

El primer capítulo de Génesis nos relata cómo fue creado el universo. Todo gira en torno a la frase “Dijo Dios”. Cada cosa que Dios quería crear, la habló a la existencia.
Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. (Hebreos 11:3)
Conforme a este sencillo principio, e instados por nuestros pastores, fuimos a la construcción. La obra había estado detenida por varios meses ya. Abbie y yo nos paramos en lo que sería el vestíbulo y procedimos a ordenar la materialización de las cosas que faltaban. “¡Sea la cerámica! ¡Sean las ventanas! ¡Sea la puerta! ¡Y que sea roja!

Mentiría si dijera que sentí un fuego. O escalofríos. De hecho, no recuerdo haber sentido nada en especial (con la posible excepción del deseo de que nadie nos oyera y pensara que estábamos locos). Pienso que así es la fe. Simplemente crees en algo que no puedes explicar. De hecho, crees algo que no es lógico. Si fuese lógico, necesitarías sentido común, no fe. No es sensato pararse en un edificio a medio andar y hablarle al aire. Pero claro, tampoco era sensato que Dios, ante el oscuro vacío, dijese: “Sea la luz”. ¡Pero fue la luz!

Asimismo, fueron la cerámica, las ventanas, y la puerta, puesto que no pasó mucho tiempo antes de que un hermano de la fe nos regalara la puerta de entrada de nuestra casa. ¡Y era roja!

Estoy siendo intencionalmente breve por dos importantes razones: Primero porque no pretendo poder explicar cómo opera la fe. Sólo sé que sucedió. Y segundo, porque no soy quién para decir si tú debes o no debes hacer lo mismo. De otra manera, ¿qué impediría que todos salgamos a "materializar" televisores de plasma, collares de diamantes, y yates de lujo? El meollo del asunto aquí realmente es aprender a discernir la voz de Dios; y eso es algo que nos toma toda la vida. Pero si sabes que sabes que Dios ha hablado a tu corazón, entonces TIENES QUE hablar conforme a la Palabra de Dios. Sea lo que sea.
Si el Señor DIOS ha hablado, ¿quién no profetizará? (Amós 3:8)

Thursday, October 9, 2014

Flores y Frutos


Esta es la vista desde uno de mis lugares favoritos del planeta. No siempre evocó paisajes de cierto libro de Rudyard Kipling, pero entonces no siempre fue uno de mis lugares favoritos. Tres importantes elementos tuvieron que converger para acampar en mi corazón. El primero: la afición de Abbie (y su club extraoficial de jardinería) por las plantas, flores y árboles frutales. Lo cual llevó al segundo: el columpio que un grupo especial de hermanos le obsequió a Abbie para su cumpleaños. Jardín y columpio se confabularon para introducir el tercer elemento: resulta ser un espacio idóneo para platicar con el Señor.

Años atrás había en Oro Verde una casa sobre dos lotes. Los dueños habían tenido la buena idea de llenar el patio de árboles frutales: aguacate, guayaba, marañón, limón, naranja, guanábana, banano y hasta chile. Lamentablemente, el huracán Mitch inundó el predio y cuando las aguas cedieron dejaron atrás un lodillo inmundo que sofocó la grama y robó a los árboles de su capacidad de producir.

Cuando llegué a alquilar esa casa, estaba comprometido para casarme. Mi vida de soltero-reconvertido-en-proceso-de-desintoxicación no contemplaba prestarle mucha atención a los árboles del huerto. No porque pasar tiempo en medio de la naturaleza sea incompatible con purgar la vieja vida (¡al contrario!), sino porque no tenía la sabiduría para apreciarlo. Aquellos árboles eran sólo el telón de fondo en mi caminata diaria de la casa al garaje. Sólo las benjaminas recibían mantenimiento, y eso porque la dueña de la casa lo había incluido como cláusula del contrato verbal – fuese por aprecio a las benjaminas o a Raudales, el jardinero que retenía los derechos exclusivos de la poda de los arbustos.

Una vez casados, todo cambió; aunque en el jardín no fue de golpe. Primero las decoraciones de barro. Después la acera entre la casa y el garaje. Las florecitas alrededor del guayabo. Pero los árboles seguían sin dar fruto.

Una noche Abbie y yo leíamos las bendiciones de la obediencia en Deuteronomio 28:
Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios. Bendito serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campo. Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas.

Ciertamente nuestra tierra debería producir - si es que estábamos oyendo y obedeciendo la voz de Dios. Oramos, examinándonos y santificándonos delante del Señor. Y aunque la tierra no era “nuestra”, nosotros éramos los administradores. La casa de Labán prosperó por causa de Jacob. La casa de Potifar prosperó bajo José. (Y después de todo, nadie es realmente dueño de nada en esta tierra; TODO es del Señor.)

El día siguiente tuvimos una conferencia con los árboles del huerto. (Si esto te parece raro, lee Jueces 9:8-15.) Les explicamos la autoridad que Dios nos dio sobre ellos (Gén. 1:27-29) y como las bendiciones de Dios sobre nosotros los incluyen a ellos. Les repetimos lo que Jesús enseñó: que todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Les contamos lo que pasó cuando Jesús vino a una higuera que no daba fruto – la maldijo, y se secó. Les dejamos bien claro que las cosas iban a cambiar: o daban fruto, o serían cortados.

Lo que sucedió después es difícil de aceptar a menos que seas una persona de fe, o que hayas estado allí. Puedes preguntar en Oro Verde. ¡Los árboles comenzaron a dar fruto! Uno tras otro, cada uno hizo su parte, y la parcela junto a la casa se convirtió en un verdadero huerto. (¡El marañón dio 2 y hasta 3 cosechas al año!) Como consecuencia, pasábamos más tiempo allí, disfrutando de la creación de Dios.

Con el guanábano tuve que hablar más severamente, porque comenzó a botar su fruto antes de que madurara. Le di un ultimátum, pero no lo cumplió, así que tristemente, tuve que cortarlo. Después de eso, el aguacate se llenó de tanto fruto que las ramas caían sobre la casa y comenzaron a botarme las tejas. Cuando los aguacates maduraron más, una rama no soportó el peso y se quebró. No sé si el aguacate sabía cuánto me gusta su fruto y quería quedar bien conmigo, o si tuvo miedo de acabar como el guanábano, pero produjo como nunca había yo visto antes, ni he visto después.

Por supuesto, así como aplicamos todos los principios bíblicos sobre la fructificación del campo, también aplicamos los principios bíblicos de honra y gratitud. De todos esos frutos dimos primicias y diezmos, honramos a nuestros padres, y compartimos con el necesitado y con el pobre. Al principio le decíamos a los niños del vecindario llegaban a pedir marañones, “agarre sólo unos cuantos”, pero la producción llegó a ser tan exagerada que hacia el final de la cosecha era “agarre todos los que quiera, pero déjeme unos afuera de la puerta”. De los que dejaban “afuera de la puerta” regalábamos la mayoría y hacíamos más jugo de lo que nos interesaba beber.

Aprendimos muchísimo en esos días sobre la prosperidad de Dios. Sobre su amor por la tierra y por la creación entera. Entonces Abbie comenzó a sembrar árboles frutales en nuestro terreno en Campo Dos. Y no ha dejado de sembrar. Antes teníamos un garaje para dos carros; ahora tenemos un vivero en medio del cual metemos el carro en la noche. Y es uno de mis lugares favoritos del planeta.

Friday, October 3, 2014

Protección Divina




Francamente no entiendo por qué a la gente estudiada le resulta tan difícil creer en lo sobrenatural. Entiendo que una mente entrenada en el método científico estará propensa a querer resolver todo lógicamente, pero que anulen absolutamente todo lo que se salga de ese ámbito es como que yo rechace la existencia del chino mandarín sólo porque yo fui educado en español. Como todos, yo me considero una persona más inteligente que el promedio (¡Oh, el cinismo!). Pero creo en un mundo visible que puede explicarse racionalmente, ASÍ COMO en un mundo invisible lleno de fenómenos inexplicables. Como aquella noche en Oro Verde…

Era la temporada en que yo dormía al lado derecho de la cama. Me tomó algún tiempo entender por qué cuando Abbie reorganizaba el cuarto y movía la cama de posición, a veces me “tocaba” cambio de lado para dormir; pero otras veces no. Por años traté de encontrar un patrón lógico a este comportamiento. No fue sino hasta que noté cómo elige el lugar donde sentarse en un restaurante (en la butaca de la esquina del fondo) y en nuestro comedor (en la esquina del fondo) que entendí que, sin importar la ubicación u orientación de la cama, siempre elige dormir en el lado más cercano a la esquina del fondo. No importa si es a la derecha o a la izquierda. “¡Ah!”, dirá alguno, “Entonces sí hay una explicación lógica”. Yo no me apresuraría a sacar conclusiones. Porque sólo puedo explicar su comportamiento de tres maneras, y no son muy científicas que digamos.

La primera: Feng shui, la práctica mística milenaria china sobre cómo ubicar y orientar los objetos para atraer “mejores vibras”. Abbie niega esto rotundamente. La segunda: Quizás cuando Abbie era niña, un perro sarnoso se metió en su cuarto y orinó el lado de la cama más cercana a la puerta. De no haber sido porque ella estaba acostada del lado de la esquina del fondo, la habría despertado de su plácido sueño. No que le haya preguntado, pero estoy seguro que Abbie negaría esto rotundamente. Lo cual me trae a la tercera y única explicación válida: Que no hay explicación científica. Que mi Dios creó a mi mujer como un espléndido coctel de risas, libertades y contradicciones; la gran mayoría de las cuales no puedo explicar, pero que, admito, son las cosas que me mantienen enamorado de ella, sea verano o sea invierno.

Así que aquella noche en Oro Verde, Abbie dormía del lado más cercano a la esquina del fondo y la pequeña Hansi en su cuna en el cuarto adjunto. Yo dormía del lado derecho cuando mi sueño se tornó en pesadilla. Tras mucho forcejear, logré despertarme, pero tenía miedo de moverme o hablar. Un frío espantoso recorría mi espalda. De alguna manera tenía la certeza de que había alguien extraño en mi habitación. ¡De repente Hansi gritó! Abbie se despertó sobresaltada y yo salí de mi parálisis. Fuimos a ver Hansi. Aunque todo estaba en orden, no lograba entenderlo y no me gustaba en lo absoluto.

El día siguiente “asustaron” a Abbie. Ella estaba sola en casa cuando “alguien” tiró una puerta. Por la noche, mi pesadilla volvió. Pero esta vez recordé, en medio del sueño, que “todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo”. En mi espíritu sabía que si llamaba al Señor Jesús, todo estaría bien; pero era como si alguien me tenía tapada la boca. Me esforcé. No sólo en el sueño, sino que de alguna manera, extendí mi mano a mi mandíbula rígida. En una acción que se manifestaba en el ámbito consciente al igual que en el sueño, logré abrir mi boca y clamar: ¡JESÚS! De inmediato desperté y el terror desapareció.

Por la mañana, oré más acerca de este asunto. El Espíritu Santo me enseñó sobre el poder del nombre de Jesús y el ungimiento. Me enseñó en la Biblia sobre cómo operan los brujos y el castigo que les espera. Conforme a su consejo, transcribí en dos hojas de papel los versos que expresan la sentencia de aquellos que no se apartan de su maldad. Ungí con aceite las puertas de entrada a la casa y clavé en ellas las escrituras, como advertencia para el visitante nocturno. Como no entró el heridor a la casa de los hebreos en la Pascua, el visitante jamás volvió a la mía.

Hace unas dos semanas, ya en Campo Dos, noté cierta humedad en el marco superior de la puerta de mi cuarto. Sólo lo noté porque al salir, desde cierto ángulo, la luz hizo notar una diferencia en el barniz de la puerta. No le habría prestado mayor atención, de no ser porque vi la misma marca en la puerta del cuarto de las niñas. Le pregunté a Abbie, pero ella no había sido. Yendo al cuarto de Ian, encontré la misma marca. Me acerqué para tocarla, y era aceitosa. Encontramos otras marcas en las demás puertas y en algunas paredes. La mayoría son amorfas, del tamaño de la palma de la mano de un hombre, aunque en una o dos se logran distinguir los dedos.

De todas las personas con acceso a nuestra casa en estos días, todos aseguran no ser los autores. Quizás alguien miente. O quizás fue un ángel. Pero sea quien sea, nadie unge sus puertas y paredes con aceite si no es porque cree en el poder del ungimiento y, más aún, en el Dios invisible que cuida de nosotros en maneras que no siempre entendemos.