Abbie
había comenzado a pagar el terreno desde antes de que nos conociéramos, cuando
trabajaba para una inmobiliaria. Aunque yo no entendía por qué habría adquirido
un terreno en un lugar donde no pensaba vivir, debo reconocer que me impresionó
el hecho de que una muchacha tan joven invirtiera en tierras. Sobre todo porque
a mí nunca se me había ocurrido – y yo me creía muy inteligente.
Cuando nos casamos, nuestras finanzas
también se unieron, y seguimos pagando el terreno de las arcas familiares. En algún
momento indagué si habría algún ahorro cancelando el saldo de una sola vez,
pero faltaba tan poco que los intereses ya estaban prácticamente pagados. El
ahorro sería mínimo, así que más valía seguir pagando la módica cuota. Pero en
vista de que no pensábamos vivir en Residencial Palmeras, vender el lote nos
pareció lo más conveniente.
Pusimos un rótulo en el lote. Poco después
nos enteramos que alguien los había removido, por lo que fuimos a averiguar. Resulta
que había dos lotes baldíos uno junto a otro, y había alguna discrepancia sobre
cuál era de quién. No recuerdo exactamente cómo se resolvió esa situación. Lo que
sé es que nuestros esfuerzos por vender el terreno fueron infructuosos y que después
de poco olvidamos el asunto.
Años después, nos quedamos sin dinero para
continuar la construcción de nuestra casa. Oramos. Presupuestamos. Re-planificamos.
Habíamos gastado todos nuestros ahorros y no sabíamos de dónde obtendríamos el
dinero para continuar. De la nada, recibimos una llamada del hombre que vive
frente al terreno de Palmeras. Quería comprarlo para estacionar sus buses. Logramos
ponernos de acuerdo y le vendimos el lote a un precio justo. Justo cuando lo
necesitábamos.
A veces los planes no nos salen como
queremos. Pero experiencias como ésta me ayudan a entender que si confiamos en
el Señor, Él se encargará de nuestros asuntos mil veces mejor de lo que nosotros
podemos. Nuestro conocimiento y nuestra visión son limitados, pero Él es
eterno.
El hombre propone
y Dios dispone.
A cada uno le parece correcto su proceder,
pero el Señor juzga los motivos.
Pon en manos del Señor todas tus obras,
y tus proyectos se cumplirán.
Proverbios 16:1-3 (NVI)