Wednesday, August 27, 2014

Losa con Gozo


Y cuando los albañiles del templo de Jehová echaban los cimientos, pusieron a los sacerdotes vestidos de sus ropas y con trompetas, y a los levitas hijos de Asaf con címbalos, para que alabasen a Jehová, según la ordenanza de David rey de Israel. Y cantaban, alabando y dando gracias a Jehová, y diciendo: Porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia sobre Israel. Y todo el pueblo aclamaba con gran júbilo, alabando a Jehová porque se echaban los cimientos de la casa de Jehová. (Esdras 3:10-11) Yo quería que la noche que fundiéramos la losa de entrepiso de nuestra casa fuera una fiesta de celebración al Señor. Quizás fue presumido de mi parte.

Cuando el sacerdote Esdras nos cuenta lo que hicieron los hijos de Asaf – cantaban, alabando y dando gracias a Jehová mientras los albañiles echaban los cimientos – el edificio en mención era el segundo templo. El primer templo (o de Salomón) había sido completamente destruido por el ejército de Babilonia bajo el Rey Nabucodonosor setenta años antes, y ahora, conforme al decreto de Ciro rey de Persia, los judíos habían retornado a Jerusalén a reconstruirlo bajo la dirección de Zorobabel. Y muchos de los sacerdotes, de los levitas y de los jefes de casas paternas, ancianos que habían visto la casa primera, viendo echar los cimientos de esta casa, lloraban en alta voz, mientras muchos otros daban grandes gritos de alegría. Y no podía distinguir el pueblo el clamor de los gritos de alegría, de la voz del lloro; porque clamaba el pueblo con gran júbilo, y se oía el ruido hasta de lejos. (Esdras 3:12-13)

Entiendo perfectamente bien que nuestra casa no se compara al templo del Todopoderoso Dios de Israel en Jerusalén. Aun cuando la reconstrucción del segundo templo no fue tan ostentosa como la versión original, nuestra casa todavía no se compara. Sin embargo, el deseo del corazón de Abbie y mío fue desde siempre que nuestra casa fuese una morada para el Todopoderoso Dios. Aunque son dos edificios que no se pueden comparar, sentí que la ocasión ameritaba glorificar al Señor por Su bondad. Y lo planifiqué de acorde.

La noche que fundimos la losa (es mejor hacerlo de noche porque la temperatura baja – es más soportable para los obreros y beneficia el curado del concreto) fue una fiesta. Le pedí a hermana Mirlen Ramos que trajera su guitarra y un coro de fieles para cantar alabanzas al Señor durante las labores. Además de los albañiles contratados, varios hermanos de la congregación se presentaron para esforzarse en las duras tareas de fundir una losa. Mientras tanto, otras mujeres preparaban baleadas y bebidas para todos. Para mí fue un dulce momento de celebración y hermandad. Hasta que…

Habiendo terminado el trabajo y disfrutando las baleadas, alguien me preguntó: “¿Crees que Dios tenga hijos favoritos?”. “¡Claro que no!”, respondí. “Entonces”, inquirió, “¿Por qué Dios les da a unos más que a otros?”. No recuerdo qué respondí. Francamente me dolía darme cuenta de que mi gozo hacía que mi hermano se sintiera de alguna manera excluido. Que me había ayudado a fundir mi losa, pero resentía no tener la suya.

Lamentablemente, cuando recibes tu bendición, no todos se alegran juntamente contigo. He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu. (Eclesiastés 4:4)

Thursday, August 21, 2014

Pequeños Ajustes


Dicen que aquel que fracasa en planear, planea fracasar. Por Su gracia, Dios me dio padres visionarios dados a concretar sus proyectos mediante trabajo duro, colaboración e inteligencia. La Escuela de Arquitectura me entrenó como planificador, lo cual me sentó bien, pues mi mente se deleita en un plan bien organizado. Aunque hoy laboro más como pastor, todo lo anterior me ha servido grandemente. Pero como cualquier planificador sabe, los planes se ejecutan con la disposición de hacer pequeños ajustes en el camino, según sea necesario.

Un juego de planos es para un arquitecto lo que una receta es para un médico. Ambos representan la solución profesional al problema de un cliente, pero detrás de esos papeles hay años de estudio y experiencia. De aquí que decirle a un arquitecto “Quiero la casa de esta revista; hágame el plano” es tan ofensivo como decirle a un médico “Tengo tal enfermedad; hágame la receta”. El profesional necesita hacer un análisis antes de emitir su diagnóstico y recetar un tratamiento. Pero no siempre el tratamiento es lo que el cliente esperaba.

Los planos de nuestra casa suponían que no habría closets, sino que usaríamos armarios móviles en los dormitorios. Talvez fue por ver tantas revistas de “Casa y Campo”, o quizás estábamos preocupados por el presupuesto. Por la razón que sea, Abbie y yo habíamos decidido que ésa sería la mejor manera de guardar la ropa.

El diseño de nuestra casa tenía un vacío de 2 x 2 metros en la esquina noreste, justo al norte del baño. Por supuesto, este hueco era parte del efecto magistral de un segundo eje de simetría que corría longitudinalmente por el centro de la casa. Haciendo a un lado el hecho de que este efecto sólo se podía apreciar en planos (en la planta arquitectónica, para ser preciso) y que nunca se experimentaría en el edificio construido, el detalle era el fruto de una mente genial y artísticamente organizada. Tan genial y tan artística que cuando el maestro constructor marcó los zanjos de la planta baja, no se fijó que el diseño tenía un vacío de 2 x 2 metros en la esquina noreste de la casa.

A él le pareció que éste era el lugar sensato para ubicar un walk-in closet. Contiguo al baño. Jamás se le ocurrió que fuese de otra manera. De hecho, él asumió que al dibujante se le habría olvidado dibujarlo en el plano, pero que lógicamente allí iba el closet. ¡Para cuando yo llegué, el zanjo ya estaba hecho! “Arquitecto”, dijo el constructor, “son sólo cuatro metros de zanjo. Con sólo cuatro metros cuadrados de piso y dos metros lineales de pared, usted tendría un closet. Si lo repetimos en planta alta, fácilmente y con poco dinero puede darle un closet de cuatro metros cuadrados a cada habitación.”

A veces, lo que se ve genial en papel no es la mejor solución. A veces, el maestro constructor es más sabio que el arquitecto. A veces, la mejor planificación del mundo necesita pequeños ajustes en el camino. A veces, Dios nos da la sensatez de reconocer nuestros errores y aceptar que otros tienen una opinión superior. Cuando todos esos “a veces” convergen, puedes terminar con tres walk-in closets en tu casa.

Thursday, August 14, 2014

Materiales vs. Sistemas


En la Escuela de Arquitectura llevé varias clases de materiales de construcción, pero no recuerdo que me hayan enseñado mucho sobre sistemas constructivos. Curiosamente me emocionan más los sistemas constructivos que los materiales aislados. Es decir, no quiero saber solamente sobre la tabla yeso, la masilla y la pintura con que se termina una pared interior, sino que quiero saber si es mejor hacer mis paredes interiores con sistema de tabla yeso o con bloque de concreto y los elementos que lo complementan para formar un sistema constructivo: cemento, arena, grava, hierro, alambre y demás. Un sistema vale mucho más que la suma de todas sus partes.

Desde el primer proyecto que diseñé y construí comencé a familiarizarme con el sistema constructivo de steirofoam reforzado. Aunque sólo lo usé para un detalle arquitectónico, pronto conocí su potencial de estandarización, pues el detalle se replicaba varias veces en el edificio. Algo que sería tedioso repetir en bloque, era fácil con este sistema.

Comencé a estudiarlo más a fondo, leyendo cuanta literatura estuviera a mi alcance. Aprendí que el sistema es antisísmico (a diferencia del sistema convencional de bloque o de ladrillo). Además, es un excelente aislante térmico. Según la memoria técnica de un ingeniero guatemalteco, con este sistema se puede construir un edificio de cinco pisos si necesidad de columnas – con tal que los espacios no pasen de determinado límite. Los proveedores locales me enseñaron cómo usar el sistema no sólo para paredes, sino para losas de entrepiso y losas de techo. Alguien que construía con el sistema me enseñó que los sobrantes de las láminas se van guardando para hacer repisas, bancas u otros detalles, minimizando grandemente el desperdicio.

Para cuando mi madre me pidió que le construyera su casa, yo ya había hecho una comparación de costos. Si comparábamos un metro cuadrado de bloque repellado, pulido y pintado con un metro cuadrado de steirofoam reforzado, repellado, pulido y pintado, el bloque salía más barato. PERO si comparábamos una pared entera del sistema de bloque con una pared entera del sistema de steirofoam reforzado, ganaba el segundo. ¿Por qué? Porque el sistema de steirofoam reforzado no necesita castillos y soleras, vigas y columnas. Además, las ranuras para instalaciones que en bloque requieren picar laboriosamente las paredes con almágana y punta se hacen fácilmente derritiendo el steirofoam con una antorcha de gas.

Optamos por construir la casa con dicho sistema, y tuvimos grandes economías, más allá de lo previsto. Cuando se compra una cantidad grande de un material, es más fácil negociar un buen precio. Y como estamos hablando de láminas de 1.22m x 2.44m, el almacenamiento y control de inventario se simplificó grandemente. Aunque trabajamos con mano de obra no calificada, el manejo del sistema es fácil de aprender, de manera que no hubo mayor escasez laboral de que preocuparse. Eso lógicamente se reflejó en la parte financiera también, por el comportamiento de las leyes de oferta y demanda.

Por supuesto, también hubo dificultades inesperadas, la mayor de las cuales fue la resistencia de los albañiles a trabajar con (más propiamente, a cuantificar y cobrar) un sistema que no conocían. Hay una pala especial que se conecta a un compresor de aire para azotar el mortero y cubrir así más rápidamente una pared. Compramos una, pero ningún albañil se atrevió a usarla por un día para cuantificar cuántos metros cuadrados hacía. Tenían miedo de “salir perdiendo” y no hubo manera de convencerlos. Así que hicieron toda la casa azotando el mortero a mano, como siempre lo habían hecho. ¡Hay gente que simplemente se niega a progresar!

Para cuando Abbie y yo íbamos a construir nuestra casa, la decisión de usar steirofoam reforzado ya estaba tomada. En lo único en que nos frenamos fue en el techo. Debido a la mala experiencia que tuve con la impuntualidad de los proveedores de concreto cuando fundía la losa de techo de la casa de mi madre – lo que produjo grietas y filtraciones muy problemáticas – y por las fuertes lluvias de nuestra zona, optamos por un techo de lámina. No ocupamos castillos y soleras, vigas y columnas, salvo por unas pocas en el área del vestíbulo porque queríamos espacios abiertos sin paredes. Por lo demás, usamos steirofoam reforzado para todas las paredes, entrepisos, muebles fijos y repisas. Estamos felices con nuestra elección.

El 28 de mayo del 2009 me despertó el vigoroso sacudimiento de mi cama. Corrí del cuarto, luchando por mantener el equilibrio, para ver cómo estaban los niños. Ante el poderoso terremoto de 7.3MW, toda la casa se meneaba de aquí para allá como un bailarín de hule. Sin asimilar aún lo que pasaba, caí de rodillas en el vestíbulo y con las manos en el suelo grité con todas mis fuerzas: ¡Tierra, ten paz en el nombre de Jesús! Tan repentinamente como había comenzado, todo terminó. Nuestra casa no sufrió ni una tan sola fisura.

Thursday, August 7, 2014

Números, Números, Números


Eran los días iniciales de la construcción cuando llegó una hermana de la congregación pidiendo ayuda para su hijo. Mientras más me hablaba de su situación, más me daba cuenta de mi ignorancia acerca de todo lo relacionado con drogas. Después de orar con ella, me fui a estudiar. Aprendí que según un estudio de la Academia Americana de Pediatría, cada día, en los Estados Unidos, aproximadamente 4,700 chicos menores de 18 años, prueban la marihuana por primera vez. ¡CUATRO MIL SETECIENTOS! ¡Cada día! Aun considerando que el estudio está desactualizado, es una cifra alarmante.

*   *   *   *   *   *   *

Iniciamos las obras preliminares de nuestra casa con gran expectativa. Aunque el maestro de obras Dueñas sólo estaría presente para abrir y cerrar cada día, Segundo se haría cargo de las relativamente simples labores de la primera semana: trazos, niveles, zanjos y armado de hierro. El diseño simétrico y sencillo de la casa debería facilitar aún más su trabajo.

Pero a la segunda mañana Dueñas y yo descubrimos que Segundo se había equivocado en el trazo del día anterior. Nada grave, pero significó quitar las niveletas y repetir el trabajo. Sabiendo que esto no habría pasado si él hubiese estado presente, Dueñas se quedó más tiempo esa mañana rehaciendo el trazado personalmente, mientras Segundo avanzaba con los primeros zanjos. Por mi parte, comencé a comprar los materiales para la cimentación: cemento, arena, grava, hierro. ¿El monto de la primera compra de cemento? Cuatro mil setecientos lempiras exactos.

No esperaba que lloviera, pero llovió. Y llovió en lo que parecía el peor momento posible: ¡cuando Segundo había terminado todos los zanjos! Las paredes de los zanjos se habían desplomado, básicamente rellenando los zanjos hasta la mitad. Con todo ese trabajo perdido y con amenazas de más lluvia, pusimos a Segundo a armar el hierro de las zapatas. Simplemente tendría que sincronizar cuidadosamente la lluvia, el armado de hierro, la limpieza y reparación de los zanjos, la compra de materiales y la contratación de obreros según la disponibilidad de trabajo. Al final de la primera semana, los atrasos no dejaron mucho que mostrar en términos de obra, pero siempre tenía que pagar la mano de obra. ¿El monto de la primera planilla? Cuatro mil setecientos lempiras exactos.

Para entonces, el Señor había llamado mi atención con el número 4,700. ¿Pero qué significaba? Aún no lo entendía. Mientras tanto, descubrí que Segundo había armado mal el hierro de las zapatas aisladas. En vista de que había lloviznas esporádicas, el maestro Dueñas se encargó de desarmar y rearmar el hierro y autorizamos a Segundo un par de días para hacer un trabajito de fontanería en otro proyecto cercano. Entonces salió el sol y la tierra se secó. De repente nos encontrábamos urgidos por rehacer los zanjos, pero sin el obrero para hacerlo, así que contratamos una cuadrilla de Flores de Oriente que hizo el trabajo excelentemente en un par de días. Segundo llegó justo a tiempo para instalar el hierro para las zapatas corridas en el suelo de los nuevos zanjos.

Era ya el momento de comprar los 1,500 bloques para el sobrecimiento. Cualquier atraso en el pedido significaría un atraso en la entrega y, por ende, un atraso en la obra. Tenía 3 ó 4 cotizaciones y ya estaba decidido por un proveedor, pero algo dentro de mí me inquietaba. Por alguna razón, me sentía atraído a una oferta que no era ni por cerca la más barata. Ni siquiera recuerdo cómo había llegado a mí el vendedor, pero decidí que valdría la pena llamarlo y tratar de negociar un mejor precio. Alcancé su tarjeta de presentación y mis ojos reposaron en el número telefónico: 555-4700. ¡Esto era! No sé cómo el Señor lo hizo, pero lo hizo. Finalmente había descubierto el mensaje del cuatro mil setecientos. Llamé al tipo y él fue claro en explicar que me entregaría 750 bloques primero y el resto dos días después, y que la fecha de entrega dependía de que no lloviera. Si llovía, el río se llenaría y no podrían dragar el río para obtener el material necesario para fabricar los bloques. Honestamente, no me importaba. Estaba convencido de que el Señor quería que le comprara 1,500 bloques a este hombre, pasara lo que pasara. Le compré los bloques sin imaginarme por qué el Señor había elegido precisamente a este proveedor.

Cuando vine a revisar el hierro para las zapatas corridas, encontré que Segundo había amarrado todos los bastones al revés. En vista de que el trabajo de fontanería en el otro proyecto se le había ampliado, le cedí otro permiso para terminarlo mientras Dueñas reparaba los bastones y fundía las zapatas. Haciendo un inventario, me daba cuenta que todo trabajo de Segundo se había tenido que deshacer y rehacer. TODO. Algo no andaba bien, ¿pero qué? Fue el mismo Segundo quien aclaró mi inquietud cuando pidió hablar conmigo a solas. “Usted sabe”, me dijo, “que yo también soy maestro de obras y que podría construirle su casa. ¿Por qué no tratamos directamente usted y yo?”. No podía creerlo. Se suponía que Segundo era cristiano. ¡Y oveja de la iglesia que Dueñas pastoreaba! Ahora estaba queriendo quitarle el puesto a su pastor y jefe. Para mí, esto era insólito. Mi fidelidad era para con Dueñas, así que hablé con él. “No sé qué le pasa a Segundo”, dijo. “Nunca ha diezmado y me acabo de enterar que me está dividiendo la iglesia”. ¡Caramba!

De repente, todo vino a mí. Mi oración pidiendo al Señor que santificara esta casa desde los cimientos. La elección del maestro de obras. La fecha de inicio. Todas las obras de Segundo, deshechas y vueltas a hacer por otro. La lluvia deshaciendo los zanjos… Hablé nuevamente con Segundo; no en calidad de jefe o de arquitecto, sino como un hermano en la fe. Traté de hacerle ver que no estaba bien lo que hacía; dividir la iglesia, no diezmar, codiciar el trabajo de otro. No sé si lo logré, pero lo intenté.

Cuando el camión trajo los primeros 750 bloques, Segundo aún trabajaba en la fontanería del otro proyecto y llegó a hablar conmigo nuevamente. Me dijo que aunque no haríamos trato por la construcción de la casa, él me guardaba tanto aprecio que quería REGALARME dos días de su trabajo pegando bloques cuando terminara su proyecto de fontanería. No hallé cómo decirle que no; que el Señor no lo permitiría; que no quería tener que deshacer y rehacer otra obra… Pero el Señor, en su infinita sabiduría, lo tenía todo preparado.

Llovió río arriba, mas no en el valle. La segunda entrega de bloques se atrasó, mas no la obra de nuestra casa. Llamé al 555-4700 para indagar sobre la fecha de entrega con el vendedor, pero ya no trabajaba allí. Al parecer, fui el último cliente que atendió y nadie podía darme mayor información. Cuando Segundo terminó su fontanería y llegó a cumplir su promesa de dos días de trabajo, Dueñas ya había pegado todos los bloques de la primera entrega. No había bloques para que Segundo pegara. De todo corazón le agradecí su gesto, su buena intención; pero no había trabajo para él. Segundo recogió todas sus herramientas y se marchó. El día siguiente llegó el resto de los bloques.