Tuesday, July 29, 2014

El Tiempo Exacto


No puedo enfatizar demasiado la importancia de haber comenzado a construir en la fecha en que lo hicimos. La fecha exacta estaba vinculada a desórdenes climatológicos que luego resultaron ser cruciales. No es que yo hubiese elegido la fecha, sino que hubo una serie de coincidencias extraordinarias respecto a la fecha de inicio – de esas que son demasiado extraordinarias como para aceptarse como meras coincidencias – que me convencieron de que Dios estaba en el asunto.

Después de mucho tiempo de orar, sembrar y ahorrar, finalmente me había reunido con el maestro de obras Arístides Dueñas, quien también era pastor de una congregación de La Lima. Viendo que él no conocía el sistema constructivo de steirofoam reforzado, quedamos en que yo lo supervisaría de cerca mientras aprendía, y fijamos una fecha para iniciar. Pero la semana antes de arrancar, Arístides tuvo un percance serio con un perro que lo dejó con dolor, malestar y dificultad para movilizarse. Aunque el médico le recetó reposo absoluto, él quería comenzar como acordamos, si yo le permitía ir al proyecto sólo a abrir y cerrar la jornada de trabajo. Durante su recuperación, su segundo en mando (a quien llamaremos Segundo) se haría cargo de la obra del día. Parecía ser lo mejor que podíamos hacer, dadas las circunstancias. Pero aún tenía dudas.

Estando en el banco, llenaba una hoja de retiro cuando me percaté de que había ingresado la fecha equivocada. Pregunté la fecha correcta al guardia del banco, pero él me dio la misma que yo había ingresado. Una vez en caja, la cajera confirmó que mi fecha estaba equivocada. Algo confundido, llené una nueva hoja, pero no podía sacudirme la noción de que el Señor me estaba queriendo decir algo. Finalmente entendí que esa era la fecha en que debíamos comenzar a construir. Y así lo hicimos.

Esa fecha – la que había estado “equivocada” – fue la primera de una serie de enseñanzas que Dios me ha dado sobre cómo Él hace funcionar los números y los tiempos. Pero lo verdaderamente asombroso es que fue seleccionada por el Señor mismo para echar a perder todo el trabajo que hizo Segundo en nuestro proyecto. Todo porque habíamos orado de corazón: Señor, que esta casa sea agradable a Ti DESDE SUS CIMIENTOS.

Wednesday, July 23, 2014

Financiamiento Divino


El sistema financiero del mundo nos dice que para tener una casa, hay que comprometer los próximos veinte años de nuestra vida, pagando varias veces lo que la casa realmente cuesta. Pero ¿es posible construir una casa sin deuda? ¡Claro que sí! Para el que cree, todo es posible. De hecho, mi familia y yo hemos vivido por varios años ya en la casa que construimos sin deuda. Si bien estoy consciente de que nuestro caso no es común, no creo que sea una bendición que Dios haya reservado sólo para nosotros.

Dios expresó claramente su plan de vivienda para Israel en Deuteronomio 6:
El Señor tu Dios te hará entrar en la tierra que les juró a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. Es una tierra con ciudades grandes y prósperas que tú no edificaste, con casas llenas de toda clase de bienes que tú no acumulaste, con cisternas que no cavaste, y con viñas y olivares que no plantaste. Cuando comas de ellas y te sacies, cuídate de no olvidarte del Señor, que te sacó de Egipto, la tierra donde viviste en esclavitud.

Y cumplió su promesa, como relata Josué 24:
Cruzaron el río Jordán y llegaron a Jericó, cuyos habitantes pelearon contra ustedes. Pero yo los entregué en sus manos. No fueron ustedes quienes, con sus espadas y arcos, derrotaron a los dos reyes amorreos; fui yo quien por causa de ustedes envié tábanos, para que expulsaran de la tierra a sus enemigos. A ustedes les entregué una tierra que no trabajaron y ciudades que no construyeron. Vivieron en ellas y se alimentaron de viñedos y olivares que no plantaron.

Abbie y yo comenzamos a edificar mucho antes de romper terreno y colocar la primera piedra. Llevábamos años orando, diseñando, ahorrando y esperando. Por encima de esto, llevábamos años sembrando. Por mucho tiempo ya hemos invertido más del veinte por ciento de nuestros ingresos brutos en el Reino de Dios. No pretendo convencer a nadie. Si amas al Señor con todo tu corazón, por encima de tus propios intereses, eso se reflejará en tu estado de cuenta. Porque donde esté tu tesoro, allí estará tu corazón. Como arquitecto, tengo una idea de cuánto puede costar una casa de dos plantas; y sé que no teníamos esa cantidad de dinero cuando comenzamos a construir.

Por supuesto, procuré que el diseño de la casa fuese lo más económico posible. Pero quiero recalcar: ECONÓMICO; no barato. Construir barato significa comprar los materiales y servicios de menor precio (aunque sean de mala calidad); construir económico significa comprar los materiales y servicios de la calidad necesaria al mejor precio posible. Teniendo esta economía en mente durante el proceso de diseño, concebí un edificio muy largo, pero poco profundo, donde la mayoría de los espacios son abiertos o se extienden desde el frente hasta la parte posterior. Esto permite tener muchas ventanas al norte y al sur, para un aprovechamiento óptimo de la iluminación y ventilación natural. Además, todas las paredes y la losa de entrepiso están construidas de steirofoam reforzado, un sistema antisísmico y con muy buen aislamiento térmico. Todo lo anterior constituye múltiples ahorros, no sólo en la administración de la obra, sino en el mantenimiento diario del edificio terminado.

Por todo, el Señor usó múltiples canales para financiar el proyecto. Nuestros padres fueron tremendamente generosos, dándonos dinero, materiales y equipamiento, sin que nosotros lo pidiéramos. Muchos hermanos de la congregación también contribuyeron con oraciones, ofrendas, mano de obra y materiales. El terreno que Abbie había comenzado a pagar desde antes que nos conociéramos – lo vendimos en el momento preciso, cuando el Señor envió un comprador a buscarnos aunque no estábamos ofreciendo el terreno. Naturalmente, teníamos ahorros; pero en definitiva devengaron mayores intereses los que teníamos en el banco celestial que los que teníamos en la tierra. 
La bendición de Jehová es la que enriquece,
Y no añade tristeza con ella.
Proverbios 10:22 

Wednesday, July 16, 2014

El Buen Diseño


En arquitectura, como en cualquier otra disciplina, hay reglas. Muchas reglas. La forma sigue la función. Respete la escala humana. No alinee puerta tras puerta tras puerta a manera de crear un corredor que cruce toda la casa. Las reglas son buenas. Hasta que no lo son y es hora de romperlas. Porque a veces el cliente es completamente emotivo y no tiene el mínimo interés en lo práctico. Porque a veces el diseñador quiere que el usuario sienta lo pequeño que es el ser humano. Porque a veces la cliente lo que quiere es simetría.

El primer diseño que hice para nuestra casa no tenía demasiadas aspiraciones. Ni el segundo. De hecho, es probable que los haya perdido por completo, sin mayor dolor. Pero los tres siguientes fueron merecedores de mi admiración, aunque lo diga yo mismo. Los convertí en paneles de colores, laminados como lo hacen en las inmobiliarias. Aunque no habían logrado satisfacer el yo-no-se-qué de mi esposa, seguramente tendrían futuro con otros clientes. Pero eso sería en otra temporada, pues la única clienta que me interesaba por ahora era Abbie. Después de todo, era nuestra casa y yo quería diseñarla a su gusto.

No es que no me interesaran mis propias preferencias, sino que, una vez encontrara lo que era verdaderamente importante para ella, sabía que podría incorporar lo que fuese verdaderamente importante para mí. Habiendo fallado ya en cinco intentos, seguramente en el sexto daría en el blanco.

El diseño número seis comenzó como cualquier otro: tratando de conocer las necesidades y los deseos de la clienta, para conceptualizarlos e interpretarlos en la forma de una casa. Pero un deseo particular de mi clienta resultó ser muy escurridizo. Había algo que, por más que tratara, no lograba identificar. Lo más frustrante era no saber qué era. Había incluido todos los elementos que ella mencionó, pero cuando le presenté el diseño final… Mmm… No sé… Está bonita, pero… ¿PERO QUÉ? Ya tiene tres dormitorios, sala, comedor, cocina, lavandería, garaje. ¿Qué hace falta?

Para construir un arco, a partir del nivel superior de los postes verticales y al interior de éstos, se arma un encofrado - un molde de madera que soportará durante la construcción las piezas que forman la parte curva del arco. Las piezas se van colocando desde los postes hasta el punto medio del arco en la parte superior. Cuando ambos segmentos están por tocarse, se coloca la última pieza, llamada clave. La clave es generalmente más grande que las demás piezas y hace posible que el arco pueda soportar peso. Una vez colocada la clave, se puede retirar el encofrado; el arco no se caerá. En sentido metafórico, mi diseño número seis no funcionaba porque le faltaba la clave. Hasta que Abbie mencionó que, en la fachada principal, le gustaría tener una puerta roja al centro.

No debemos desechar los primeros seis diseños como pérdida; eran un proceso de aprendizaje. Ahora podía sumar el hecho de que mi esposa quería una casa con una puerta roja al centro, y esto era mucho más que una cereza decorativa encima de la banana split. Esto influenciaría todo el diseño porque en esencia significaba que quería una casa con planta simétrica. Poco importaba si esto me llevara a romper muchas de las reglas de la Escuela de Arquitectura. Mi clienta era (y es) la mujer a la que amaba (y amo) entrañablemente. Si quería una puerta roja al centro, ¡tendría una puerta roja al centro!

Cuando comenzamos a orar por nuestra casa, no fue por vanidad, ni por comodidad, ni por inversión. Fue para poder hospedar a los visitantes a los eventos de MUNA. El diseño de nuestra casa responde a esa premisa antes que a cualquier otra. Tiene tres habitaciones grandes – cada una con espacio para seis personas cómodamente (o diez personas en camarotes) – con baño privado. De ser necesario, puedo ubicar a mi familia en la habitación de la planta baja y hospedar a veinte en planta alta. Tendrían que hacer fila para usar el baño, pero al menos todos tendrían una cama donde pasar la noche y una mesa a la cual comer. Tan comprometidos estábamos con esto, que ni siquiera fuimos nosotros quienes estrenamos la casa; fueron unos visitantes mexicanos. Pero esa es otra historia...

Rompí muchas reglas para llegar al diseño final de nuestra casa. Si abro tres puertas en la planta baja, puedo pararme en el garaje, a un extremo del lote, y verme en el espejo del baño que está al otro extremo. ¡A mis maestros les daría un infarto! Pero estoy convencido de que cuando mi Padre en los cielos vio el diseño, sonrió. Como también sonrió Abbie cuando vio la fachada. Con una puerta roja al centro.

Wednesday, July 9, 2014

El Lugar Propicio


En febrero de 1998, Ministerio Un Nuevo Amanecer adquirió una propiedad en Campo Dos, al margen urbano de La lima. Aquel pastizal pronto se convertiría en las instalaciones centrales de MUNA, Iglesia Piedras Vivas y Escuela Cristiana Bilingüe Sunshine. Poco después mi madre reunió a un grupo de personas interesadas en vivir junto a MUNA para hacer una compra adicional de tierras para lotificar. Por gracia de Dios, estuve entre los convidados; lo cual es curioso porque mi corazón estaba lejos del Señor en esos días. Considerando que Dios dijo: “La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra mía es; pues vosotros forasteros y extranjeros sois para conmigo.” (Levítico 25:23), el verdadero misterio es por qué Dios querría hospedar en un campo tan hermoso a un rebelde como yo.

Fueren cuales fueren Sus motivos, a mí me pareció una buena idea invertir treinta y cinco mil quinientos lempiras por setecientas setenta y siete varas cuadradas de potrero. Era la primera vez que compraba tierra, pero confiaba en el buen juicio de mi madre. Aunque yo vivía en San Pedro Sula y no tenía planes de mudarme a La Lima, pensé que sería mejor participar en COMUNA que malgastar el dinero en cosas fugaces.

A principios del año 2000, el Señor trató con mi corazón. A través de Sus múltiples y amorosas intervenciones, venció mi terquedad. El Señor comenzó a enderezar todos mis caminos y me encontré dando un giro completo a mi vida. Dejé atrás los vicios, la música nefasta a la que mi alma era tan susceptible, y las filosofías huecas. Pero de todas las cosas que el Padre me cambió, hay una en particular por la que no me cansaré de agradecerle: Me mostró que era tiempo de dar un paso importante en mi relación con Abbie.

Cuando conocí a Abbie en una tienda de decoraciones arquitectónicas, me impactó su profesionalismo. Me sorprendió que, siendo menor que yo, estaba pagando dos terrenos que había adquirido de una inmobiliaria en la que había trabajado años atrás. Estudiaba mercadeo y decoraba las casas y jardines de varias señoras acomodadas. Por encima de todo, ¡era dulce y espectacularmente bella! Que debíamos asociarnos era más que obvio.

Para el cambio de milenio estábamos sosteniendo una complicada ligadura sentimental, además de haber establecido una no muy rentable empresa de diseño. Por supuesto, habíamos tenido días buenos; pero también muchos días grises y noches negras. Una relación entre un hombre y una mujer sólo puede ser tan saludable como su relación con el Dios y Creador de todos. Él nos conoce mejor de lo que nosotros mismos nos conocemos. Él sabe dónde somos débiles y dónde somos vanidosos. Sin Cristo, nuestra relación iba hacia un despeñadero oscuro. Pero ahora, con el Espíritu Santo de Dios santificando cada recámara de nuestros corazones, el sol salía en el horizonte.

Una tarde de verano invité a Abbie a caminar por la calle que corría al centro de COMUNA y deambulamos hasta el centro del predio que había adquirido. Hincando una rodilla en el suelo y con un humilde anillo en la mano, le dije a Abbie del futuro que esperaba para nosotros y le pedí que se casara conmigo. Creo que ni ella ni yo podríamos haber imaginado siquiera todas las experiencias que viviríamos juntos en ese preciso lugarcito de este gran planeta que llamamos Tierra, cuando dijo: Sí.

Thursday, July 3, 2014

El Deseo De Una Casa


Era el año 2005, y meditaba en las tres peticiones que le había hecho al Señor el día que entregué mis primicias a principio de año. Nos había dado el hijo: Ian Eliseo. Nos había dado el carro: Suzuki Ignis. Quizás debería darme por satisfecho con eso. Después de todo, realmente no NECESITABA una casa propia. La casa que alquilaba en Oro Verde era suficiente para nuestras necesidades, excepto porque no podíamos hospedar a los viajeros que venían a los eventos de MUNA. Y eso había estado molestándonos a Abbie y a mí.

Hasta donde yo sabía, sólo había una razón bíblica para aspirar a una casa propia: hospedar forasteros. Cualquier otra motivación es bastante terrenal: estatus, estabilidad, vanidad. Hacía ya mucho tiempo mi padre me había enseñado que una casa no es una inversión financiera como muchos creen, sino un gasto. Si acaso, es una inversión emocional. Para efectos meramente financieros, sale más barato alquilar.

Pero hospedar forasteros, esa sí es la manera divina de administrar una casa. Y cada vez que había un evento en MUNA y mi madre preguntaba quién podía alojar a alguno de los viajeros, mi corazón se dolía porque no teníamos el espacio. O al menos eso pensaba.

El dormitorio principal era, por supuesto, para Abbie y para mí. En el siguiente dormitorio dormían Hansi, nuestra primogénita, y su hermano recién nacido. Había otra habitación, pero cumplía la función de bodega y estudio a la vez, y no tenía puerta. Aún la ducha del baño que servía a los dos dormitorios pequeños había sido transformada en almacén. ¿Cómo hospedar a alguien bajo esas circunstancias?

Pues el Señor se las ingenia siempre, y nos cambió las circunstancias de manera que nos vimos obligados a alojar a un familiar sin mucho preaviso. De emergencia reubicamos el calachero, instalamos la puerta y habilitamos la ducha. Y alojamos nuestro primer huésped. Aprendí que cuando realmente queremos servir al Señor, encontraremos la manera.

Ahora quería una casa propia. No para mí mismo, sino para poder servir al Señor alojando a los visitantes que Él enviare. Pero viendo que ya tenía el hijo y el carro, me preguntaba si estaba siendo avaro. Después de todo, estaba trabajando en ampliar el templo, y mi admiración por el Rey David nubló mi discernimiento, pues me encontré pensando que el Señor no me construiría casa a mí, sino yo a Él. Profundo o absurdo, lo acepté así no más. Gracias, Señor, por nuestro hijo y por nuestro carro; creo que realmente no necesitaremos la casa.

En eso llegó mi hermana Mirlen, diciéndome que llevaba varios días cargando en su cartera un obsequio que había comprado especialmente para mí. Nunca lo habría imaginado. Era una casita de barro.