¡Claro que todos queremos tener
éxito! Pero a veces pareciera que el éxito evade a algunos, y hay personas que sienten
como que no han logrado ver la luz del día en años. Sus proyectos fracasan y sus
planes no prosperan. Hagan lo que hagan, no logran levantar la cabeza. Aquellos
que creen en la mala suerte dirían que están “salados”. ¿Alguna vez te has
sentido así?
Muchos aseguran tener LA clave del éxito (¡Pasión! ¡Perseverancia! ¡Conexiones!), pero lo más probable es que no existe sólo una. Pablo enseña que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. Así que depende del favor de Dios, más que de mis esfuerzos. Pero entonces, ¿tiene Dios favoritos?
Dice el autor de Eclesiastés: Me
volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de
los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni
de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos. Esto
significa que, si acaso existe tal cosa como la suerte (buena o mala), le
sucede a todos. A los preparados como a los no preparados, a ricos como a
pobres. Dios no hace acepción de personas. Entonces, si la cosa está pareja, deberíamos ganar todos el 50% de las
veces, ¿correcto? No tan rápido…
Eclesiastés también exhorta: todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas. Aunque todos tendremos días buenos y días malos, serán siempre las personas diligentes y trabajadoras las mejor posicionadas para sacarle el mayor provecho a cualquier situación.
Dios favorece a los preparados, dice un refrán. Eso resuena con lo que la Biblia enseña. Así que, si quieres tener éxito; prepárate bien, trabaja duro, y considera al Señor en todos tus caminos.