Wednesday, December 17, 2014

El Propósito del Libro

Desde niño me acostumbré a ver libros en casa y me convertí en un bibliófilo moderado. Desde que mi papá me daba dinero para mis gastos personales, siempre ofreció rembolsarme cualquier libro que comprara. (Hoy tiene el mismo trato con sus nietos.) Mi mamá ha escrito más libros en más ediciones de los que pueda llevar cuenta alguien que no sufra de un desorden obsesivo compulsivo. En algún sentido, es natural que haya querido escribir un libro. Y aunque este es mi primer libro, no es el primero que intenté escribir.

Hace varios años comencé a escribir sobre la transformación que Jesús efectuó en la vida de Pedro. Luego empecé a transformar eso en una especie de autobiografía, pero nunca logré conciliar algunos puntos. Primero, si uno va a escribir un libro por primera vez en su vida, quizás sea mejor escribir sobre lo que uno sabe y conoce, no sobre la vida en Galilea en tiempos de Simón Pedro. Pero si uno va a escribir sobre su propia experiencia, ¿acaso no se merecen alguna consideración los demás protagonistas? Una biografía explícita a manera de novela podría ser interesante, pero dejaría en mal a muchos. Y una semi-autobiografía podría no hacer justicia. Pero más profundamente, había una pregunta insistente: ¿Por qué quieres escribir un libro?

Me tomó cerca de dos años encontrar la respuesta. Quiero escribir un libro para edificar a mis hermanos de Iglesia Piedras Vivas. Un libro lo suficientemente sencillo como para que no se desanimen mis hermanos que no crecieron en casas llenas de libros y para los cuales leer es una obligación preferiblemente dejada sin atender. Un libro acerca del cual pueda hablar con propiedad sin preocuparme demasiado por la exactitud histórica o teológica. Un libro eminentemente práctico que anime a mis hermanos a creer en el Dios de lo imposible con esperanza permanente y fe inquebrantable. Un libro que exalte al Señor nuestro Padre por Su bondad y lo bueno que ha sido conmigo.

YO Y MI CASA es ese libro. Contienen la historia de cómo Dios nos dio a mi familia y a mí la casa en que vivimos, usando diversos medios y maneras, tanto naturales como sobrenaturales. Mi deseo es que sirva para edificarte y animarte. Estará disponible en Iglesia Piedras Vivas de La Lima a partir del 2015.

La Pérgola, el Gazebo y la Casa en el Árbol

Alquilar una casa (en vez de comprarla) puede ser lo más sensato en términos financieros; pero en términos emocionales, la historia es otra. (Y por lo general, las casas se compran emocionalmente.) Anhelamos un lugar que podamos llamar propio. Un sitio donde colgar el sombrero. Dónde sembrar las hortensias sin necesidad de maceteras para poder llevarlas en la próxima mudanza. Compramos una casa deseando un hogar.

Desde antes de casarnos, Abbie siempre quiso un gazebo. Y una pérgola. O un gazebo y una pérgola. (Para aquellos que no leen Casa Y Campo, un gazebo es un kiosko con nombre italiano, y una pérgola es una patastera glorificada.) A veces, mientras trabajábamos el jardín de una cliente, Abbie visualizaba un gazebo. A veces visualizaba una pérgola. Sospecho que su corazón está decorado con ambos y que su preferencia por uno u otro u ambos sube y baja con las mareas de la vida. Pero si hay algo que siempre pidió para nuestra casa era un gazebo. Y también una pérgola.

Me tomó algún tiempo reunir el valor y los materiales para iniciar lo que sería la primer ampliación de nuestra casa. (Quizás el valor resultó más escaso, pues tiendo a tomarme mi tiempo diseñando como para no tener que retocar después.) Tras definir lo que Abbie quería, los niños y yo le regalamos el piso y las columnas de la pérgola. Algún tiempo después logramos que don Roberto Delgado, un viejo carpintero de los que saben cómo hacer casas como las hacía la Tela R.R.Co., armara la estructura superior de madera. (¡Ver cómo lo hizo él sólo es un espectáculo en sí!) Con unos pallets de madera curados hice en el patio trasero una plataforma sobre la cual instalé el gazebo que unos hermanos le obsequiaron a Abbie para su cumpleaños. La ampliación habría sido todo gozo y alegría de no ser por un pequeño accidente…

Por años, Ian había estado pidiendo una casa de árbol. No se la había hecho aún por dos razones. La primera, porque ninguno de nuestros árboles había crecido aún lo suficiente como para sostener una casita. La otra, ¡porque él quería una mansión a donde mudarse! Pero para esos días, viendo que se acercaba el cumpleaños de Ian y que hay una edad óptima en la vida para disfrutar al máximo las casas de árbol, decidí hacérsela. Resolvería el problema del árbol elevando una plataforma de pallets alrededor del mismo. Un segundo módulo, también de pallets, estaría levantado sobre un poste a unos ocho pies. Un puente colgante uniría ambas partes.

Mi amigo Aldo me ayudó a armarlo mientras don Roberto nos daba algunos consejitos que evidenciaban nuestra inexperiencia. Por la mañana del cumpleaños de Ian estaba casi todo listo. Faltando una hora para que Ian llegara a casa de la escuela, me fui a instalar solo los pasamanos de laso del puente. El lado izquierdo fue fácil, porque pude amarrarlo de pie sobre el suelo. Pero el lado derecho estaba muy cerca al árbol de limón. Instalando una escalera entre el limón y el puente, y evitando cuidadosamente las ramas espinosas, subí a hacer los amarres. Casi para terminar, tuve la necesidad de apoyarme sobre el puente. Cuando mi peso presionó hacia abajo, el puente jaló del módulo superior, el cual estaba clavado a sus soportes en puntos débiles. El módulo entero – un cubo de unos 4’x4’x4’ – se vino abajo hacia mí. Bajo uno de mis pies, el puente cedió; el otro se me trabó en la escalera, y me la traje abajo conmigo. Caí entre los espinos con el laso amordazándome el brazo, mientras seis pallets de madera se estrellaban junto a mí.

Don Roberto corrió a socorrerme. Me levanté golpeado, rayado, sangrando y con quemaduras de laso. ¡Cómo arden las espinas del limón! Corrí al baño – quería limpiarme antes de que llegaran Abbie y los niños. Frente al espejo, lentamente asimilé lo que acababa de pasar. Si hubiese estado un poco más hacia un lado, todo aquello me habría caído encima. Fácilmente me habría quebrado un par de huesos. Peor aún, si no me hubiese pasado esto, le habría sucedido a Ian y a sus amigos, corriendo juntos por treparse a la plataforma más alta. ¡Eso habría sido trágico! El Señor nos libró. ¡Y cómo arden las espinas! Allí frente al espejo, lloré lágrimas de gratitud. Por aquel Jesús nazareno que sufrió la corona de espinos. Sufrió la caída bajo el pesado madero. Sufrió las heridas. Para que tú y yo no muramos.

Tras asegurarle a Abbie y a los niños de que me encontraba bien, los hermanos del departamento de Mantenimiento nos ayudaron a reinstalar el módulo superior. Esta vez, lo fijó don Roberto, no yo.

Ni la pérgola, ni el gazebo, ni la casa en el árbol están completamente terminadas. Funcionan, y se usan, pero aún no son el pleno cumplimiento del anhelo. Abbie aún no decide si quiere o no ponerle techo a la pérgola. La lona original del gazebo se pudrió, y ahora tiene otra cubierta. Esta semana compré laso para remplazar los pasamanos deteriorados del puente, pero Ian quiere que se le teche la cubierta superior y que le pongamos electricidad.

Una casa nunca está realmente terminada. Mientras haya un hogar, crecerán los corazones y los sueños, y la casa evolucionará para acomodarlos. Pero me he propuesto que, con la ayuda del Espíritu Santo, una cosa no cambie:
YO Y MI CASA
SERVIREMOS AL SEÑOR

Wednesday, December 10, 2014

Los Muebles

Después del nacimiento de cada uno de nuestros hijos, siempre hubo una cita de control con el ginecólogo. Entre sus recomendaciones, siempre hizo mención del sofá del dormitorio como el lugar ideal para amamantar al bebé. El asunto es que nosotros no teníamos tal sofá. Pero oyéndolo hablar, uno pensaría que todo el mundo tiene un sofá en su cuarto. Nuestros muebles dicen mucho acerca de dónde venimos. Nuestro médico es de familia árabe.

Desde que salí de la universidad hasta que me casé, mis muebles fueron utilitarios. Los bancos del desayunador los compré en el mercado. Y la mesa del comedor surgió cuando mandé desarmar un carrete de madera (de los que se usan para enrollar mangueras industriales) y ponerle cuatro patas. Mi cama la había mandado a hacer mi papá – base de madera de san juan, colchón sencillo – cuando yo era un chico. Los muebles de mimbre de la sala tienen casi mi edad; aún recuerdo cuando me escondía dentro del sillón.

Cuando nos casamos, Abbie comenzó su ardua tarea de domesticarme. (¡Todavía no termina!) La mesa de carrete cedió el paso a una más decente que compramos en un viaje a Valle de Ángeles. La cama unipersonal pasó a otra recámara para dar lugar a la cama matrimonial que Abbie importó de la casa de sus padres junto con un aparatejo que se pone atrás de la cama y que, según dicen, se llama “respaldar”.

Con la llegada de Hansi, mi mesa de dibujo de madera de caoba en barniz natural se convirtió en un cambiador laqueado en blanco. De un tronco de san juan que compré en la calle sin saber que era ilegal, Abbie mandó hacer un lindo gavetero. Con cada bebé, Abbie se hizo de una mecedora para amamantarlos. (¡Menos mal que no fueron sofás!) La cuna que vio crecer nuestros tres bebés fue un obsequio de mi madre.

En fin, esa cuna hoy está en otra casa, viendo crecer a otro bebé. Una de las mecedoras y su pareja están en el porche de nuestra casa. El cambiador volvió a ser mi escritorio, complementado por un hermoso tablón que me regaló Jorge Velásquez. La mesa del comedor es ahora otra y nuestra cama es otra, pero conservamos los muebles de mimbre y la cama de san juan.

En mi experiencia, cuando uno llega a tener su propia casa, es mejor no afanarse demasiado por amueblarla. Los muebles encierran historias en sus tapices. Unos son viejos, otros nuevos. Unos vienen, otros van. Unos se compran, otros se heredan. No te apresures en escribir tu historia en un solo día. Si Abbie y yo hubiésemos salido a endeudarnos para amueblar la sala sólo porque estaba vacía, seguramente nuestros amigos no nos habrían regalado los preciosos muebles que hoy tenemos. O la cama de Ian. O la mesa de picnic del patio. O tantas otras piezas que, si bien son materiales y perecederas, para mí son un reflejo del Padre bueno que tenemos en el cielo, que sabe de qué cosas tenemos necesidad.

Wednesday, December 3, 2014

Del Mantenimiento y Otras Perpetuidades


Cada vez que digo que, financieramente hablando, es mejor alquilar casa que comprarla, una esposa me lanza misiles de sus ojos. El descalabro financiero mundial del 2008 nos demostró que, contrario a lo que siempre nos dijeron los abuelos, las propiedades NO SIEMPRE aumentan su plusvalía con el tiempo. Por lo tanto, debemos dejar de decirnos a nosotros mismos que una vivienda es una inversión cuando en realidad es un gasto.

Por naturaleza, una inversión es algo en lo que meto dinero para sacar más dinero; mientras que un gasto es algo en lo que meto dinero para no volverlo a ver. Comprar un negocio es una inversión. Una herramienta de trabajo es una inversión. La compra del supermercado de la quincena es un gasto. Las vacaciones en crucero por las Bahamas son un gasto. En realidad, ninguno de los dos términos obliga a que sea bueno o malo. Por ejemplo, el negocio puede haberse comprado en un mal momento y encontrarse en bancarrota seis meses más tarde. Esa fue una mala inversión. Asimismo, compramos los víveres porque son vitales para nuestro sustento. No hay nada malo en eso.

Quien compra casa, pronto se da cuenta de que además del costo del bien en sí hay una serie de desembolsos que realizar. Gastos legales, registros, impuestos, tren de aseo y cuantas tasas y permisos el gobierno establezca. Algunos de éstos se pagan una sola vez; otros son anuales. Pero esto es mínimo comparado con otros gastos.

Recuerdo a un ingeniero con quien trabajé. Él estaba alquilando una casa en la Pavón, una colonia construida por IMPREMA para beneficio del gremio magisterial. Cuando el huracán Mitch golpeó el país, la casa se inundó. A diferencia de la gran mayoría de sus vecinos - que eran dueños de las casas - él empacó sus cosas y salió a buscar otra casa que alquilar en un lugar que no estuviera anegado por las aguas. Fueron los dueños de la casa los que tuvieron que bregar con los efectos de la inundación.

Cuando nosotros alquilábamos casa, la dueña pagaba las reparaciones y mejoras. Repellar la pared central: pagado. Cambiar las tejas: pagado. Reparar el sistema eléctrico: pagado. Pintar la casa: pagado. Ahora que somos dueños, la cosa es distinta.

Con las lluvias recientes, aparecieron fugas y goteras en varios puntos. Una de las filtraciones más serias es la que se produjo bajo el tanque de almacenamiento de agua. La reparación implica vaciar y desmontar el tanque para impermeabilizar la losa sobre la cual descansa y sellar otros puntos de filtración. Pero es muy difícil hacer todo esto mientras llueve, por lo que hemos tenido que esperar un clima más favorable. Mientras tanto, las goteras siguen, dañando el cielo falso, desprendiendo el yeso, y manchando la pintura. Además de esperar pacientemente, ¿qué más puede hacerse?

Dicen que una casa nunca está realmente terminada. Siempre hay algo más que hacerle. Un retoque de pintura aquí. Una remodelación allá. Una acera que agregar. Sí, es un gasto. Pero es nuestra casa. Es una bendición de Dios y queremos cuidarla lo mejor que podamos.


Wednesday, November 26, 2014

4 Años, 4 Pies

Mudarse a una casa nueva es, sin duda, un momento memorable. Por lo cual me resulta difícil creer que no encuentro en mis memorias un registro claro del día en que nos mudamos. (¿Habré estado demasiado cansado?) No recuerdo cuando metimos ni las camas, ni las cajas; ni la ropa, ni los platos. Curiosamente las cosas que se adhieren a nuestra memoria no son siempre las de esperar. A veces es la imagen de un niño acostado en las gradas.

Siendo el tipo lógico y práctico que soy, diseñé nuestra casa con medidas moduladas en torno a los paneles de steirofoam reforzado con que construiríamos. Siendo que los paneles miden 4’x8’ (1.22m x 2.44m), los espacios sociales miden 3 paneles x 3 paneles; las habitaciones: 3 paneles x 6 paneles. Otros elementos fueron diseñados en fracciones simples de los paneles. Por ejemplo, las ventanas miden 3’x4’ (0.915m x 1.22m). Así los paneles se cortan con un desperdicio casi nulo.

Las gradas principales tienen pasos de 3’ (0.915m), no porque sean construidas del mismo material, sino porque son de madera de pino y la industria maderera trabaja en pulgadas y pies, no en sistema métrico. De una pieza 2”x12” de 12’ salen cuatro pasos de 3’ para las gradas. Pero los dos pasos que bajan el nivel del vestíbulo hacia la sala y el comedor juegan un papel distinto. Más que simplemente para subir y bajar, sirven para unificar los ambientes. Como elementos que abren el paso de un espacio a otro, merecen un tratamiento menos utilitario. Por eso miden 4’.

Fue en una de estas gradas donde se acostó Ian cuando tenía cuatro años. No sé cuánto tiempo teníamos de vivir ya en la casa, pero esta es una de las imágenes más tempranas que ha quedado registrada en mi memoria. Nuestro muchacho tenía ya cuatro años y medía exactamente cuatro pies. Lo sé porque quedaba justo entre los laterales de perfil de madera a uno y otro lado del paso. No sé por qué eso nos produjo tanta risa a todos los que estábamos presentes. Quizás sería la emoción de Ian al sentir que ya cabía justo en un espacio que antes no llenaba. Talvez la inesperada congruencia entre su edad y la dimensión de la madera. No lo sé, pero fue un momento feliz y memorable.

Aquel momento fue hace cinco años. Pero lo reviví recientemente; esta vez con Joy. Desde que nació, ella sólo ha vivido en esta casa. Aquí aprendió a caminar y a subir gradas. Ahora es ella quien tiene cuatro años. El otro día la encontramos acostada en la misma grada donde su hermano lo había hecho. Ahora es ella quien cabe justa en un espacio que antes no llenaba. ¡Cómo pasa el tiempo!

Thursday, November 20, 2014

Corto Circuito


El día que finalmente estás instalando los portones de tu casa, crees que ya estás listo para cargar el camión de la mudanza. Sólo es asunto de soldar las bisagras a los soportes que salen de las columnas. Si el albañil olvidó fundir dichos soportes (como fue nuestro caso), sólo es asunto de taladrar las columnas, instalar unos expansores metálicos y soldar las bisagras. Lo que no esperas es que el instalador taladre justo en la ruta de la acometida eléctrica, ocasionando un corto circuito que te deja la casa sin electricidad.

Gracias a Dios, el incidente no hizo mucho daño. Los “breakers” se dispararon y, como no nos habíamos mudado aún, no había nada “dañable” conectado a los tomacorrientes. Sólo se fundieron los balastros de un par de lámparas, y el electricista hizo una readecuación de piezas con otras lámparas, a manera de dejar algo funcional. La lámpara de la entrada por la lavandería fue una de las donantes, mientras que la lámpara grande de la cocina cedió uno de sus tres balastros.

El plan, por supuesto, era comprar los balastros durante los próximos días para reconfigurar las lámparas. Pero hace ya varios años de eso, y la lavandería sigue a media luz. La ferretería que nos vendió las lámparas no tenía repuestos, y los balastros genéricos que se encuentran en el mercado local no cumplen con las especificaciones. Internet no ayudó en mucho más que en notificarme que el fabricante de nuestras lámparas parecía haber desaparecido. Hasta hace poco, cada vez que me encontraba en una tienda de accesorios eléctricos, me daba una vuelta por el pasillo donde exhiben los balastros, pero nunca encontré lo que necesitaba.

Un día, aprovechando que tenía desarmada otra lámpara igual en la lavandería para cambiar la candela, le tomé una foto al balastro y se la envié a un amigo, ingeniero en electrónica. Quizás él tendría un suplidor secreto; algún contacto en el bajo mundo del mercado negro de componentes electrónicos. Escasos diez minutos más tarde, me estaba enviando una foto del sitio donde podía comprar el repuesto original: amazon.com. ¿Por qué no se me había ocurrido antes?

He comprado en amazon antes, pero nunca balastros electrónicos. Aun así, comprar ese balastro no debería ser problema alguno. Mas por alguna razón, no he querido comprar el repuesto de una lámpara sin el de la otra. (No quiero que se me resienta, ¿entiendes?) Pero eso implica desarmar la lámpara grande de la cocina para tratar de identificar el balastro que debería estar allí, pero que no está. O algo así. Porque francamente, en este momento tengo dudas: ¿eran realmente dos balastros? Si consideras que la electricidad no es mi fuerte, y que quizás necesitaré hacer más interconsultas para entender bien algo tan sencillo, quizás comprenderás mi titubeo. A veces resolver problemas pequeños requiere mayores molestias que las que ocasiona el problema en sí. Por eso los vamos dejando y dejando. Así, las zorras pequeñas, echan a perder las viñas.

Y sin embargo, a veces hay cosas grandes que pueden ser desestimadas como poca cosa. ¿Mencioné que el instalador del portón es el mismo tipo que me dejó torcido el techo? No obstante, si hoy necesitase un soldador, no dudaría en contratarlo. Un accidente le sucede a cualquiera, pero no cualquiera tiene carácter. Y a pesar de todo, este es un hombre decente, inteligente y trabajador. Estoy seguro de que si estuviese a la mano, me ayudaría a resolver mi problema con los balastros.

Wednesday, November 12, 2014

Caliente y Frío


En los orígenes, cuando Dios creó los cielos y la tierra, “aún no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre para que labrase la tierra, sino que subía de la tierra un vapor, el cual regaba toda la faz de la tierra.” (Génesis 2:4-6) En el perfectamente controlado ambiente del huerto de Edén, el hombre andaba desnudo sin preocupación por el clima.

Una serpiente, un engaño y una desobediencia después, y la primera pareja se halló recibiendo las consecuencias de su pecado. No sólo serían expulsados del lugar de delicias, sino que de ahora en más vivirían diversos dolores y la maldición de la tierra, de la cual ahora comerían con el sudor de su rostro. Desde ese día cuando Dios cubrió a Adán y a Eva con pieles para que se enfrentaran al exilio de Edén, hemos necesitado protegernos de los elementos del clima. El calor y el frío, la lluvia y la sequía, la nieve y las tormentas de arena; hemos logrado adaptarnos a todos con ingenio y con el sudor de nuestro rostro.

Debo confesar que no termino de entender la aversión que muchos le tienen al sudor. Después de todo, cumple una función importante en regular la temperatura del cuerpo. Claro que, si puedo escoger, prefiero estar en lo fresco que en el calor. Pero no siempre tenemos ese lujo. Ahí, pienso yo, lo mejor es acomodarse lo mejor posible y tener un corazón agradecido. ¿Hace calor? ¡Gracias a Dios, porque es bueno para las cosechas! ¿Hace frío? ¡Gracias a Dios, porque dormiremos rico! Mi filosofía no es compartida por la mayoría, lo sé. Por eso generalmente prefiero que controlen el aire acondicionado según el termostato de los que son propensos a quejarse del calor o del frío, y no según el mío.

El diseño de la casa contemplaba circuitos eléctricos para alimentar una unidad de aire acondicionado en cada habitación, aunque no teníamos presupuesto para comprar las unidades. Los primeros años nos aclimatamos con ventiladores de techo y abrir ventanas. Después del susto nocturno que nos dieron las vacas rumiando en el potrero vecino, y una vez acostumbrados al ruido de los camiones en la carretera, dormir junto a la ventana abierta era lo suficientemente fresco. Claro que habría sido mucho más fresco si las ventanas del otro lado de la habitación también hubiesen estado despejadas, pero no sería así porque, como pronto me hizo entender mi esposa, el mundo entero se congregaba afuera de esa ventana para vernos dormir.

El día que alguien nos obsequió una unidad de aire acondicionado, decidimos instalarla en la habitación de las niñas. Lo mantuvimos en secreto de Hansi hasta que llegara de la escuela. Cuando lo vio, ¡gritó y saltó de alegría! Francamente no esperé tanto entusiasmo, pero verla tan feliz me hizo pensar que talvez no sería tan malo tener aire acondicionado en las otras habitaciones. Lo cual logramos con el tiempo.

Una de mis funciones patriarcales en la casa Rodríguez Jallú es mantener la cordura termostática de la familia. Podemos usar el aire acondicionado para dormir más cómodamente, pero a una temperatura razonable y con un temporizador que apagará automáticamente la unidad en unas horas. Lo mismo con el calentador de agua, que también fue un obsequio. En mi mente, si hace tanto calor como para requerir el aire acondicionado, entonces deberíamos bañarnos con agua fría; y si hace tanto frío que necesitamos calentar el agua con la que nos bañamos, entonces no necesitamos el aire acondicionado para dormir. Pero esa es una batalla que pierdo más frecuentemente de lo que me gusta admitir.

Wednesday, November 5, 2014

Acabados al Gusto


Después de la obra gris, vienen los acabados, y éstos dictan una enorme diferencia entre una casa y otra; no sólo en estética, sino en costos. Sea para una bodeguita o para un palacio, una bolsa de cemento gris costará casi lo mismo. Pero el piso de mármol del palacio demandará un precio muchísimo mayor que el piso de cemento pulido de la bodega.

En nuestra casa, los acabados los decidiría Abbie. Como expliqué antes, a mí me interesa más el sistema, la estructura, el espacio. Para ella, lo importante es la textura, el color, la iluminación. Siempre hemos trabajado mejor dividiéndonos así las tareas. Aún como pastores de Iglesia Piedras Vivas, yo tiendo a ver lo general, mientras que Abbie atiende lo particular. Es un buen sistema. Bien dice el proverbio que mejores son dos que uno, pues reciben mejor pago por su trabajo.

Abbie eligió una cerámica sobria para la mayor parte de la casa – un color neutro que combinase bien con los diferentes colores de las habitaciones. Para cada baño escogió cerámicas de pared que hicieran buen juego con la personalidad de los ocupantes. Una pared de la sala esperaba desnuda a que su dueña encontrara el revestimiento idóneo. Asimismo, el piso del vestíbulo aguardaba pacientemente la oportunidad de satisfacer un deseo muy particular: Abbie quería – aunque fuese solamente en estos 11.50 metros cuadrados – un porcelanato. Este piso especial, ¿sería mucho pedir?

Con lo que no habíamos contado era con que, a la hora de los acabados finales, las reservas financieras estarían bajas. Si bien cotizábamos y negociábamos en busca de los mejores precios posibles, lo cierto es que el gusto refinado tiene un costo. Y si el gusto fue refinado decorando casas de palestinos afluentes (lo digo por Abbie, no por mí), entonces una chambonada no hace justicia. De hecho, cuando Abbie iba a escoger acabados a las tiendas, los vendedores se reían porque lo que le gustaba era siempre lo más caro.

A inicios del siguiente año nos encontramos queriendo terminar nuestra obra, pero sin suficiente dinero para hacerlo, y comenzábamos a desanimarnos. Pero el día de consagración de primicias, mi madre comenzó a orar por nosotros, exhortándonos a no parar la construcción y desatando la provisión necesaria. A Abbie le dijo: “Dice el Señor que has ido a mucho lugares y que las cosas que te gustan son caras. Pero Él ha visto tu corazón, ¡y te va a complacer hasta en los lujos!” Con éstas y muchas otras palabras la alentaba.

Sin duda, el Señor estaba tratando ahora con Abbie más que conmigo, y esto significaría no sólo guiarla en el diseño y supervisión, sino en la obtención de los recursos necesarios. Una pastora de otra ciudad llegó con una visión para Abbie: miraba un camión con muchas cajas que llegaba a una casa en construcción. ¡Aleluya!

Y así de repente, la provisión comenzó a llegar. Además del obsequio de la puerta principal, unos hermanos que estaban remodelando nos regalaron la mayoría de las demás puertas. Alguien nos dio un lavamanos; otros, una tina de baño. Un hermano nos llevó a comprar lámparas. Por aquí y por allá, el Señor enviaba lo necesario.

Debo decir que fue un deleite tomar un paso atrás y ver la mano de Dios moverse. Cuando Abbie pedía mi opinión, sobre todo si ella dudaba por el alto precio de algo que le gustaba, mi respuesta era simplemente: “El Señor te dijo A TI que te va a complacer hasta en los lujos. No a mí. A ti.” Y es así como el vestíbulo llegó a revestirse de porcelantato.

Monday, October 27, 2014

Estreno a la Mexicana


La oportunidad de estrenar nuestra casa llegó temprano. Tan temprano, de hecho, que la casa no estaba aún terminada. Ni por cerca. Pero había un evento en MUNA, y mi madre necesitaba casas donde alojar a los huéspedes. Dada la escasez de lugares para hospedaje, y en vista de que nuestra casa queda en el vecindario inmediato de MUNA, concentrar recursos en habilitar una recámara y su baño era una opción muy viable.

Seguro, significaba que los huéspedes atravesarían una casa en construcción para llegar a su habitación, pero sería únicamente para dormir y asearse, puesto que el resto del día estarían participando del evento en MUNA. Sí, era un poco heterodoxo, pero ¿no era ésta la razón principal por la cual habíamos pedido al Señor una casa “propia” – para poder alojar visitantes?

En fin, nos dimos a la tarea de habilitar la recámara de la planta baja y su baño. En conformidad con el estilo MUNA de hacer las cosas, entraron los pintores a pintar, los multiusos a instalar cortineros y accesorios de baño, las aseadoras a dejar todo pulcro, los ayudantes a colocar camas y otros muebles, las decoradoras a instalar cortinas, ropa de cama, y toallas… De todo para recibir a nuestros primeros huéspedes. Fue así como nuestra casa vino a ser estrenada, no por nosotros, sino por tres mexicanos.

En mi mente, si ya habíamos recibido estos huéspedes, nosotros debíamos mudarnos en cuanto se marcharan. La familia (éramos cuatro en ese momento) podía dormir toda junta en aquella recámara. El dinero que nos ahorraríamos en alquiler iría directo a la construcción, lo que nos permitiría terminarla más pronto. En mi mente el plan era perfecto, y estaba determinado a llevarlo a cabo. Pero doña Abbie se opuso, así que yo decidí que ya no lo haríamos así, sino que esperaríamos a terminar la construcción para mudarnos. Era lo más sensato, y me alegra haber tenido esa idea.

Pasaría algún tiempo aún hasta que nosotros nos mudásemos a habitar la casa de Campo Dos. Pero desde ese día hemos alojado limeños, sampedranos, danlidences, garífunas, portorriqueñas, estadounidenses, argentinos, y más mexicanos. Con cada visita, los más bendecidos hemos sido nosotros.

Wednesday, October 22, 2014

Las Ventanas


Creciendo en casas de la Zona Americana, me familiaricé con dos estilos de ventanas: el ventanal amplio de tela metálica y malla con cortina enrollable exterior de lona, y las ventanas de puertecitas exteriores con vidrio o tela metálica interior. Para nuestra casa visualizamos ventanas inspiradas en este segundo estilo, pero con las puertecitas exteriores totalmente de madera, con reglas inclinadas a manera de celosías. La idea era que, además de ser decorativas, se cerrarían para “sellar” la casa en caso de lluvias.

No contamos, sin embargo, con algunos inconvenientes. El primero, que para abrir y cerrar las puertecitas desde adentro sin quitar la malla interior, se requiere de un operador especial. Aunque es un herraje común en muchas de las casas construidas por la Tela Railroad Co., no se encuentra en el mercado local. El segundo, el precio de todas las puertecitas de madera estaba muy por fuera de nuestro alcance. Analizamos la posibilidad de importarlas de Estados Unidos, pero aprendimos que los norteamericanos las fabrican en vinilo con fines meramente estéticos. (De hecho, cuando miras estos elementos en una casa made in USA, están atornilladas a la pared exterior sin la menor intención de abatirse o de cerrar el ventanal que muchas veces ni siquiera alcanzarían a cubrir de todos modos.)

Mi filosofía de diseño es algo purista – si tengo que hacer que un muro “parezca” de piedra, mejor lo construyo con piedras. Si las puertecitas no iban a comportarse como tales, mejor sería rediseñarlas. Abbie estaba ya considerando otras opciones y terminamos eligiendo ventanas de PVC y vidrio estilo guillotina adornadas con una moldura exterior de concreto picoleteado al natural. Después de algunos experimentos con moldes, las molduras se hicieron con relativa facilidad. Las ventanas… ese fue otro cuento.

Cotizamos en varios lugares y terminamos haciendo trato con el primo de un viejo amigo. El contrato era bastante dinero – al menos para nosotros – por lo cual, tras entregar un anticipo, procuramos estar pendientes del desarrollo de las ventanas. Tuvimos problemas diversos: atrasos de entrega, solicitudes de más dinero por “avances de obra” que difícilmente podíamos corroborar, dificultades para ubicar al contratista, y la inclusión (no autorizada) de un subcontratista. Al final, toda la experiencia fue un dolor de cabeza, pero obtuvimos nuestras ventanas. Tengo la impresión de que a otros clientes no les fue tan bien, y la empresa ya no existe.

En mi mente funcional, el diseño original de las puertecitas nos iba a permitir abrir el 100% de la apertura de las ventanas. Y siendo que la casa es poco profunda y con ventanas al norte y al sur, los espacios serían súper-ventilados. Ahora, con las guillotinas, sólo se aprovecha un 40%. Y si la ventana tiene cortinas, pues… ¡Se ven lindas!

No había para nosotros manera de saber en aquel momento que los mecanismos de las ventanas de guillotina se dañan con frecuencia. Por eso a veces verás en nuestra casa un pedazo de palo sosteniendo la hoja superior de la ventana. ¿Qué puedo decir? Casa de herrero…

Tampoco podríamos haber sabido la cantidad de geckos que morirían bajo la guillotina. Que el Señor nos perdone. Al menos, el PVC es muy fácil de limpiar.

Wednesday, October 15, 2014

Sea la Puerta


Durante el proceso de construcción, en más de una ocasión pareció como que nos quedaríamos sin fondos para continuar. Una y otra vez, el Señor proveía de una u otra forma, hasta que llegó el día en que simplemente nos detuvimos. Quizás nos detuvimos porque se secaron los fondos; quizás se secaron los fondos porque nos detuvimos. Indistintamente, el Señor quiso enseñarnos otra manera.

El primer capítulo de Génesis nos relata cómo fue creado el universo. Todo gira en torno a la frase “Dijo Dios”. Cada cosa que Dios quería crear, la habló a la existencia.
Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. (Hebreos 11:3)
Conforme a este sencillo principio, e instados por nuestros pastores, fuimos a la construcción. La obra había estado detenida por varios meses ya. Abbie y yo nos paramos en lo que sería el vestíbulo y procedimos a ordenar la materialización de las cosas que faltaban. “¡Sea la cerámica! ¡Sean las ventanas! ¡Sea la puerta! ¡Y que sea roja!

Mentiría si dijera que sentí un fuego. O escalofríos. De hecho, no recuerdo haber sentido nada en especial (con la posible excepción del deseo de que nadie nos oyera y pensara que estábamos locos). Pienso que así es la fe. Simplemente crees en algo que no puedes explicar. De hecho, crees algo que no es lógico. Si fuese lógico, necesitarías sentido común, no fe. No es sensato pararse en un edificio a medio andar y hablarle al aire. Pero claro, tampoco era sensato que Dios, ante el oscuro vacío, dijese: “Sea la luz”. ¡Pero fue la luz!

Asimismo, fueron la cerámica, las ventanas, y la puerta, puesto que no pasó mucho tiempo antes de que un hermano de la fe nos regalara la puerta de entrada de nuestra casa. ¡Y era roja!

Estoy siendo intencionalmente breve por dos importantes razones: Primero porque no pretendo poder explicar cómo opera la fe. Sólo sé que sucedió. Y segundo, porque no soy quién para decir si tú debes o no debes hacer lo mismo. De otra manera, ¿qué impediría que todos salgamos a "materializar" televisores de plasma, collares de diamantes, y yates de lujo? El meollo del asunto aquí realmente es aprender a discernir la voz de Dios; y eso es algo que nos toma toda la vida. Pero si sabes que sabes que Dios ha hablado a tu corazón, entonces TIENES QUE hablar conforme a la Palabra de Dios. Sea lo que sea.
Si el Señor DIOS ha hablado, ¿quién no profetizará? (Amós 3:8)

Thursday, October 9, 2014

Flores y Frutos


Esta es la vista desde uno de mis lugares favoritos del planeta. No siempre evocó paisajes de cierto libro de Rudyard Kipling, pero entonces no siempre fue uno de mis lugares favoritos. Tres importantes elementos tuvieron que converger para acampar en mi corazón. El primero: la afición de Abbie (y su club extraoficial de jardinería) por las plantas, flores y árboles frutales. Lo cual llevó al segundo: el columpio que un grupo especial de hermanos le obsequió a Abbie para su cumpleaños. Jardín y columpio se confabularon para introducir el tercer elemento: resulta ser un espacio idóneo para platicar con el Señor.

Años atrás había en Oro Verde una casa sobre dos lotes. Los dueños habían tenido la buena idea de llenar el patio de árboles frutales: aguacate, guayaba, marañón, limón, naranja, guanábana, banano y hasta chile. Lamentablemente, el huracán Mitch inundó el predio y cuando las aguas cedieron dejaron atrás un lodillo inmundo que sofocó la grama y robó a los árboles de su capacidad de producir.

Cuando llegué a alquilar esa casa, estaba comprometido para casarme. Mi vida de soltero-reconvertido-en-proceso-de-desintoxicación no contemplaba prestarle mucha atención a los árboles del huerto. No porque pasar tiempo en medio de la naturaleza sea incompatible con purgar la vieja vida (¡al contrario!), sino porque no tenía la sabiduría para apreciarlo. Aquellos árboles eran sólo el telón de fondo en mi caminata diaria de la casa al garaje. Sólo las benjaminas recibían mantenimiento, y eso porque la dueña de la casa lo había incluido como cláusula del contrato verbal – fuese por aprecio a las benjaminas o a Raudales, el jardinero que retenía los derechos exclusivos de la poda de los arbustos.

Una vez casados, todo cambió; aunque en el jardín no fue de golpe. Primero las decoraciones de barro. Después la acera entre la casa y el garaje. Las florecitas alrededor del guayabo. Pero los árboles seguían sin dar fruto.

Una noche Abbie y yo leíamos las bendiciones de la obediencia en Deuteronomio 28:
Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios. Bendito serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campo. Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas.

Ciertamente nuestra tierra debería producir - si es que estábamos oyendo y obedeciendo la voz de Dios. Oramos, examinándonos y santificándonos delante del Señor. Y aunque la tierra no era “nuestra”, nosotros éramos los administradores. La casa de Labán prosperó por causa de Jacob. La casa de Potifar prosperó bajo José. (Y después de todo, nadie es realmente dueño de nada en esta tierra; TODO es del Señor.)

El día siguiente tuvimos una conferencia con los árboles del huerto. (Si esto te parece raro, lee Jueces 9:8-15.) Les explicamos la autoridad que Dios nos dio sobre ellos (Gén. 1:27-29) y como las bendiciones de Dios sobre nosotros los incluyen a ellos. Les repetimos lo que Jesús enseñó: que todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Les contamos lo que pasó cuando Jesús vino a una higuera que no daba fruto – la maldijo, y se secó. Les dejamos bien claro que las cosas iban a cambiar: o daban fruto, o serían cortados.

Lo que sucedió después es difícil de aceptar a menos que seas una persona de fe, o que hayas estado allí. Puedes preguntar en Oro Verde. ¡Los árboles comenzaron a dar fruto! Uno tras otro, cada uno hizo su parte, y la parcela junto a la casa se convirtió en un verdadero huerto. (¡El marañón dio 2 y hasta 3 cosechas al año!) Como consecuencia, pasábamos más tiempo allí, disfrutando de la creación de Dios.

Con el guanábano tuve que hablar más severamente, porque comenzó a botar su fruto antes de que madurara. Le di un ultimátum, pero no lo cumplió, así que tristemente, tuve que cortarlo. Después de eso, el aguacate se llenó de tanto fruto que las ramas caían sobre la casa y comenzaron a botarme las tejas. Cuando los aguacates maduraron más, una rama no soportó el peso y se quebró. No sé si el aguacate sabía cuánto me gusta su fruto y quería quedar bien conmigo, o si tuvo miedo de acabar como el guanábano, pero produjo como nunca había yo visto antes, ni he visto después.

Por supuesto, así como aplicamos todos los principios bíblicos sobre la fructificación del campo, también aplicamos los principios bíblicos de honra y gratitud. De todos esos frutos dimos primicias y diezmos, honramos a nuestros padres, y compartimos con el necesitado y con el pobre. Al principio le decíamos a los niños del vecindario llegaban a pedir marañones, “agarre sólo unos cuantos”, pero la producción llegó a ser tan exagerada que hacia el final de la cosecha era “agarre todos los que quiera, pero déjeme unos afuera de la puerta”. De los que dejaban “afuera de la puerta” regalábamos la mayoría y hacíamos más jugo de lo que nos interesaba beber.

Aprendimos muchísimo en esos días sobre la prosperidad de Dios. Sobre su amor por la tierra y por la creación entera. Entonces Abbie comenzó a sembrar árboles frutales en nuestro terreno en Campo Dos. Y no ha dejado de sembrar. Antes teníamos un garaje para dos carros; ahora tenemos un vivero en medio del cual metemos el carro en la noche. Y es uno de mis lugares favoritos del planeta.

Friday, October 3, 2014

Protección Divina




Francamente no entiendo por qué a la gente estudiada le resulta tan difícil creer en lo sobrenatural. Entiendo que una mente entrenada en el método científico estará propensa a querer resolver todo lógicamente, pero que anulen absolutamente todo lo que se salga de ese ámbito es como que yo rechace la existencia del chino mandarín sólo porque yo fui educado en español. Como todos, yo me considero una persona más inteligente que el promedio (¡Oh, el cinismo!). Pero creo en un mundo visible que puede explicarse racionalmente, ASÍ COMO en un mundo invisible lleno de fenómenos inexplicables. Como aquella noche en Oro Verde…

Era la temporada en que yo dormía al lado derecho de la cama. Me tomó algún tiempo entender por qué cuando Abbie reorganizaba el cuarto y movía la cama de posición, a veces me “tocaba” cambio de lado para dormir; pero otras veces no. Por años traté de encontrar un patrón lógico a este comportamiento. No fue sino hasta que noté cómo elige el lugar donde sentarse en un restaurante (en la butaca de la esquina del fondo) y en nuestro comedor (en la esquina del fondo) que entendí que, sin importar la ubicación u orientación de la cama, siempre elige dormir en el lado más cercano a la esquina del fondo. No importa si es a la derecha o a la izquierda. “¡Ah!”, dirá alguno, “Entonces sí hay una explicación lógica”. Yo no me apresuraría a sacar conclusiones. Porque sólo puedo explicar su comportamiento de tres maneras, y no son muy científicas que digamos.

La primera: Feng shui, la práctica mística milenaria china sobre cómo ubicar y orientar los objetos para atraer “mejores vibras”. Abbie niega esto rotundamente. La segunda: Quizás cuando Abbie era niña, un perro sarnoso se metió en su cuarto y orinó el lado de la cama más cercana a la puerta. De no haber sido porque ella estaba acostada del lado de la esquina del fondo, la habría despertado de su plácido sueño. No que le haya preguntado, pero estoy seguro que Abbie negaría esto rotundamente. Lo cual me trae a la tercera y única explicación válida: Que no hay explicación científica. Que mi Dios creó a mi mujer como un espléndido coctel de risas, libertades y contradicciones; la gran mayoría de las cuales no puedo explicar, pero que, admito, son las cosas que me mantienen enamorado de ella, sea verano o sea invierno.

Así que aquella noche en Oro Verde, Abbie dormía del lado más cercano a la esquina del fondo y la pequeña Hansi en su cuna en el cuarto adjunto. Yo dormía del lado derecho cuando mi sueño se tornó en pesadilla. Tras mucho forcejear, logré despertarme, pero tenía miedo de moverme o hablar. Un frío espantoso recorría mi espalda. De alguna manera tenía la certeza de que había alguien extraño en mi habitación. ¡De repente Hansi gritó! Abbie se despertó sobresaltada y yo salí de mi parálisis. Fuimos a ver Hansi. Aunque todo estaba en orden, no lograba entenderlo y no me gustaba en lo absoluto.

El día siguiente “asustaron” a Abbie. Ella estaba sola en casa cuando “alguien” tiró una puerta. Por la noche, mi pesadilla volvió. Pero esta vez recordé, en medio del sueño, que “todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo”. En mi espíritu sabía que si llamaba al Señor Jesús, todo estaría bien; pero era como si alguien me tenía tapada la boca. Me esforcé. No sólo en el sueño, sino que de alguna manera, extendí mi mano a mi mandíbula rígida. En una acción que se manifestaba en el ámbito consciente al igual que en el sueño, logré abrir mi boca y clamar: ¡JESÚS! De inmediato desperté y el terror desapareció.

Por la mañana, oré más acerca de este asunto. El Espíritu Santo me enseñó sobre el poder del nombre de Jesús y el ungimiento. Me enseñó en la Biblia sobre cómo operan los brujos y el castigo que les espera. Conforme a su consejo, transcribí en dos hojas de papel los versos que expresan la sentencia de aquellos que no se apartan de su maldad. Ungí con aceite las puertas de entrada a la casa y clavé en ellas las escrituras, como advertencia para el visitante nocturno. Como no entró el heridor a la casa de los hebreos en la Pascua, el visitante jamás volvió a la mía.

Hace unas dos semanas, ya en Campo Dos, noté cierta humedad en el marco superior de la puerta de mi cuarto. Sólo lo noté porque al salir, desde cierto ángulo, la luz hizo notar una diferencia en el barniz de la puerta. No le habría prestado mayor atención, de no ser porque vi la misma marca en la puerta del cuarto de las niñas. Le pregunté a Abbie, pero ella no había sido. Yendo al cuarto de Ian, encontré la misma marca. Me acerqué para tocarla, y era aceitosa. Encontramos otras marcas en las demás puertas y en algunas paredes. La mayoría son amorfas, del tamaño de la palma de la mano de un hombre, aunque en una o dos se logran distinguir los dedos.

De todas las personas con acceso a nuestra casa en estos días, todos aseguran no ser los autores. Quizás alguien miente. O quizás fue un ángel. Pero sea quien sea, nadie unge sus puertas y paredes con aceite si no es porque cree en el poder del ungimiento y, más aún, en el Dios invisible que cuida de nosotros en maneras que no siempre entendemos.

Wednesday, September 24, 2014

Se Vende Terreno

Abbie había comenzado a pagar el terreno desde antes de que nos conociéramos, cuando trabajaba para una inmobiliaria. Aunque yo no entendía por qué habría adquirido un terreno en un lugar donde no pensaba vivir, debo reconocer que me impresionó el hecho de que una muchacha tan joven invirtiera en tierras. Sobre todo porque a mí nunca se me había ocurrido – y yo me creía muy inteligente.

Cuando nos casamos, nuestras finanzas también se unieron, y seguimos pagando el terreno de las arcas familiares. En algún momento indagué si habría algún ahorro cancelando el saldo de una sola vez, pero faltaba tan poco que los intereses ya estaban prácticamente pagados. El ahorro sería mínimo, así que más valía seguir pagando la módica cuota. Pero en vista de que no pensábamos vivir en Residencial Palmeras, vender el lote nos pareció lo más conveniente.

Pusimos un rótulo en el lote. Poco después nos enteramos que alguien los había removido, por lo que fuimos a averiguar. Resulta que había dos lotes baldíos uno junto a otro, y había alguna discrepancia sobre cuál era de quién. No recuerdo exactamente cómo se resolvió esa situación. Lo que sé es que nuestros esfuerzos por vender el terreno fueron infructuosos y que después de poco olvidamos el asunto.

Años después, nos quedamos sin dinero para continuar la construcción de nuestra casa. Oramos. Presupuestamos. Re-planificamos. Habíamos gastado todos nuestros ahorros y no sabíamos de dónde obtendríamos el dinero para continuar. De la nada, recibimos una llamada del hombre que vive frente al terreno de Palmeras. Quería comprarlo para estacionar sus buses. Logramos ponernos de acuerdo y le vendimos el lote a un precio justo. Justo cuando lo necesitábamos.

A veces los planes no nos salen como queremos. Pero experiencias como ésta me ayudan a entender que si confiamos en el Señor, Él se encargará de nuestros asuntos mil veces mejor de lo que nosotros podemos. Nuestro conocimiento y nuestra visión son limitados, pero Él es eterno.

     El hombre propone
     y Dios dispone.
     A cada uno le parece correcto su proceder,
     pero el Señor juzga los motivos.
     Pon en manos del Señor todas tus obras,
     y tus proyectos se cumplirán.
     Proverbios 16:1-3 (NVI)


Wednesday, September 17, 2014

Entre Cielo y Techo


Conversando recientemente con mis amigos Eduardo y Joanna, me comentaban que en su país natal, México, lo usual es techar con losa, no lámina. De hecho, me decía Eduardo, techar con lámina da a entender que te quedaste sin dinero para terminar tu casa. Pensé que quizás construir con losa es la especialidad de los mexicanos, pero según Joanna es de lo más común que la gente tenga problemas con filtraciones. Me parecía insólito, pues, que vieran la lámina como una alternativa inferior para techar.

El asunto es, explicó Eduardo, que nadie en México suele usar cielo falso como lo hacen en Honduras. Entonces allá, techo de lámina es igual a calor. ¡He allí el detalle! Por qué no acostumbran usar cielo falso, no lo sé, pero antes de que me pusiera a criticar, el Señor me recordó un detalle obvio al que yo me resistí por algún tiempo y por asuntos económicos: el cielo falso en los aleros.

Siempre estuve claro en los beneficios de usar cielo falso: el aislamiento térmico y acústico, además de un mejor tratamiento estético. Es más, diseñé la casa para que el espacio entre cielo y lámina tuviera aperturas en las culatas, de manera que el viento saca el aire caliente que allí se acumula, refrescando aún más la casa. Para las aperturas norte y sur mandamos a traer unas ventilas redondas decorativas que le dan un toque de sofisticación a la fachada. Pero encielar los aleros me parecía más un asunto cosmético que práctico, y preferí invertir las reservas decrecientes de dinero en cosas más esenciales. Mi lógica me dictaba que al no encielar los aleros, la casa sería más fresca aún, porque el viento entraría por todos los costados a refrescar el espacio entre cielo y techo. Abbie estuvo clara desde el principio, pero a mí me costó entenderlo. Hasta algún tiempo después de mudarnos, cuando llegaron las palomas.

Verás, si bien el viento podía entrar por todos los costados a refrescar el espacio entre cielo y techo, también las palomas podían entrar. Y hacer nidos. Y empollar sus crías. Y defecar. Y morirse y podrirse. Entre el cielo y el techo.

Cuando finalmente me convencieron las palomas, contratamos a alguien para que nos encielara los aleros. Esto salió más caro que si se hubiese hecho al mismo tiempo que se construyó el techo, sobre todo por asunto de andamios.

Por lo cual sugiero que, cuando uses techo de lámina, instales de una vez el cielo falso, tanto en el interior de la casa como en los aleros. Y que no seas tan pronto para juzgar a otros por sus costumbres constructivas. Como dijo el Apóstol Pablo: Cada uno mire cómo sobreedifica.

Wednesday, September 10, 2014

Líneas Rectas


El sistema constructivo de steirofoam reforzado tiene muchas virtudes, como ya expliqué antes. Una de ellas es que en el suelo se pueden armar paredes completas, con boquetes y todo, para luego levantarse en pocos minutos. Por la mañana tu proyecto puede haberte mostrado sólo fundiciones a nivel de piso, y por la tarde te sorprende con paredes en pie, el cascarón de lo que será. Es sin duda un momento emocionante. Pero toda moneda tiene dos caras.

La razón por la que se pueden alzar decenas de metros cuadrados de pared de una vez es porque las láminas de 1.22m x 2.44m se ensamblan una a otra sin límite alguno, excepto cuando deja de ser práctico. Podrías armar cien metros de pared, pero si sólo tienes personal y equipo para levantar veinte, entonces quédate con veinte. Una vez que la pared está armada y puesta en pie, debe afianzarse, alinearse y aplomarse. Un pequeño error en la línea o en el plomo en esta fase se convertirá en un problema a medida que la pared progrese. Mientras mayor sea el error inicial, mayor será el problema al final.

Aún en las mejores construcciones, los riesgos de errar en la línea, el plomo y la escuadra son muy reales. Resulta que nuestra casa, con sus obreros no calificados, no fue la excepción. Llegando a la solera superior, además del desplome de la pared este, teníamos un descuadre en la esquina noroeste. Realmente yo no lo sabía cuando le especifiqué al soldador que quería que comenzara el techo desde el centro. Dada la forma en cruz del techo, me pareció lo más indicado. Pero el soldador tiene su propia mente y le pareció más apropiado desatender mi instrucción y comenzar a armar el techo por la esquina noroeste.

Imaginarás que esto resultó en un techo donde las aristas no son tan paralelas como deberían, ni las esquinas tan cuadradas. Quizás no se manifiesta a primera vista, pero basta con pararse frente a la casa, un poco hacia la derecha. Observando el alero del estudio sobre la entrada, el descuadre es evidente. Lo digo sin rencor. Después de todo, es el mismo efecto de mis dientes frontales. De lejos parecen alineados y parejos; pero basta con pararse frente a mí, un poco hacia la derecha, y el descuadre es evidente.

Me parece tan tierno que el Creador del universo se tome el cuidado de hacernos distintos a cada uno de nosotros. Un lunar aquí. Un chocoyo allá. Tan tierno y tan poderoso a la vez.

P.S.: Por cierto, las líneas de la imagen de arriba: paralelas, aunque no lo parezcan. Abajo, un ejemplo de cómo los Amish construyen sus graneros; un magistral ejemplo del trabajo en equipo para lograr grandes avances en poco tiempo.


Wednesday, September 3, 2014

Serpientes y Escorpiones


Un día fresco de invierno, justo cuando Abbie iba a abrigar a Hansi sintió la repentina necesidad de revisar las mangas del abrigo. Nunca dejo de maravillarme de cómo el Espíritu Santo nos ha advertido, una y otra vez, cuando Hansi está en algún tipo de peligro. En una de las mangas había un escorpión. Lógicamente, lo sacamos y lo matamos, invocando las palabras de nuestro Jesús: “He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará.” (Lucas 10:19). Pero la historia no termina allí…

Estábamos prontos a concluir con la obra gris – el repello y pulido de todas las paredes – cuando fui a supervisar los avances de la construcción ese día. No sé si será por las aventuras de mi infancia recorriendo los proyectos de mis padres, pero ésta es siempre una de mis etapas favoritas en una construcción. Hay tantas cosas en proceso que sólo pueden apreciarse si se tiene la capacidad de visualizar la obra terminada. Donde muchos no ven más que paredes grises, los imaginativos “vemos” los acabados, los muebles, la vida de los habitantes desenvolviéndose en ese espacio… Quizás es por eso que cuando llega la etapa de los acabados, tiendo a aburrirme. Porque para entonces llevo tanto tiempo visualizando los acabados que han perdido su novedad.

Abbie, sin embargo, fue diseñada a la inversa. Ella necesita ver, no sólo la pared levantada, sino pintada y texturizada, antes de comprometerse con un acabado. Donde mi lienzo en blanco es una hoja de papel, el de ella es una habitación donde toda la obra gris ha sido concluida. El punto donde a mí me comienza a aburrir un proyecto es cuando a Abbie comienza a emocionarle. ¡Dios es tan perfecto cuando nos une!

Las escaleras de la casa serían de metal y madera, no de concreto, por lo que en esta etapa usábamos una improvisada escalera de madera para subir a la segunda planta. En la pared este de lo que sería la habitación la Hansi, la rectificación de un pequeño desplome desde abajo había terminado costándonos una pequeña fortuna en cemento y arena. Todos los espacios de esta sección – dormitorio, baño y walk-in closet – coinciden exactamente con los de planta baja. Cruzando el baño hacia el clóset, revisé las repisas altas creadas con los sobrantes del steirofoam reforzado. Y allí estaban: un escorpión hembra y sus crías.

Lógicamente, los sacamos y los matamos. Cómo llegaron hasta allí, nunca lo sabré. Pero lo que más me sorprendió fue la conexión con el escorpión de esa mañana. En el abrigo. De Hansi. En el clóset. De Hansi. No había más escorpiones en ningún punto de la construcción. Pero la historia no termina allí…

Ese fin de semana, el maestro de obras me tenía una noticia desconcertante. Había encontrado a uno de los trabajadores fumando marihuana. En el clóset de Hansi. Lógicamente, lo sacamos y lo… Bueno, sólo lo despedimos. Pero, vaya que tantos escorpiones en el clóset de Hansi en una misma semana son demasiados como para atribuirlos a una arbitrariedad. Bien dice el refrán: Una coincidencia es cuando Dios elige mantenerse anónimo. ¡Gracias, Señor, por siempre cuidar a mi pequeña!

Wednesday, August 27, 2014

Losa con Gozo


Y cuando los albañiles del templo de Jehová echaban los cimientos, pusieron a los sacerdotes vestidos de sus ropas y con trompetas, y a los levitas hijos de Asaf con címbalos, para que alabasen a Jehová, según la ordenanza de David rey de Israel. Y cantaban, alabando y dando gracias a Jehová, y diciendo: Porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia sobre Israel. Y todo el pueblo aclamaba con gran júbilo, alabando a Jehová porque se echaban los cimientos de la casa de Jehová. (Esdras 3:10-11) Yo quería que la noche que fundiéramos la losa de entrepiso de nuestra casa fuera una fiesta de celebración al Señor. Quizás fue presumido de mi parte.

Cuando el sacerdote Esdras nos cuenta lo que hicieron los hijos de Asaf – cantaban, alabando y dando gracias a Jehová mientras los albañiles echaban los cimientos – el edificio en mención era el segundo templo. El primer templo (o de Salomón) había sido completamente destruido por el ejército de Babilonia bajo el Rey Nabucodonosor setenta años antes, y ahora, conforme al decreto de Ciro rey de Persia, los judíos habían retornado a Jerusalén a reconstruirlo bajo la dirección de Zorobabel. Y muchos de los sacerdotes, de los levitas y de los jefes de casas paternas, ancianos que habían visto la casa primera, viendo echar los cimientos de esta casa, lloraban en alta voz, mientras muchos otros daban grandes gritos de alegría. Y no podía distinguir el pueblo el clamor de los gritos de alegría, de la voz del lloro; porque clamaba el pueblo con gran júbilo, y se oía el ruido hasta de lejos. (Esdras 3:12-13)

Entiendo perfectamente bien que nuestra casa no se compara al templo del Todopoderoso Dios de Israel en Jerusalén. Aun cuando la reconstrucción del segundo templo no fue tan ostentosa como la versión original, nuestra casa todavía no se compara. Sin embargo, el deseo del corazón de Abbie y mío fue desde siempre que nuestra casa fuese una morada para el Todopoderoso Dios. Aunque son dos edificios que no se pueden comparar, sentí que la ocasión ameritaba glorificar al Señor por Su bondad. Y lo planifiqué de acorde.

La noche que fundimos la losa (es mejor hacerlo de noche porque la temperatura baja – es más soportable para los obreros y beneficia el curado del concreto) fue una fiesta. Le pedí a hermana Mirlen Ramos que trajera su guitarra y un coro de fieles para cantar alabanzas al Señor durante las labores. Además de los albañiles contratados, varios hermanos de la congregación se presentaron para esforzarse en las duras tareas de fundir una losa. Mientras tanto, otras mujeres preparaban baleadas y bebidas para todos. Para mí fue un dulce momento de celebración y hermandad. Hasta que…

Habiendo terminado el trabajo y disfrutando las baleadas, alguien me preguntó: “¿Crees que Dios tenga hijos favoritos?”. “¡Claro que no!”, respondí. “Entonces”, inquirió, “¿Por qué Dios les da a unos más que a otros?”. No recuerdo qué respondí. Francamente me dolía darme cuenta de que mi gozo hacía que mi hermano se sintiera de alguna manera excluido. Que me había ayudado a fundir mi losa, pero resentía no tener la suya.

Lamentablemente, cuando recibes tu bendición, no todos se alegran juntamente contigo. He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu. (Eclesiastés 4:4)

Thursday, August 21, 2014

Pequeños Ajustes


Dicen que aquel que fracasa en planear, planea fracasar. Por Su gracia, Dios me dio padres visionarios dados a concretar sus proyectos mediante trabajo duro, colaboración e inteligencia. La Escuela de Arquitectura me entrenó como planificador, lo cual me sentó bien, pues mi mente se deleita en un plan bien organizado. Aunque hoy laboro más como pastor, todo lo anterior me ha servido grandemente. Pero como cualquier planificador sabe, los planes se ejecutan con la disposición de hacer pequeños ajustes en el camino, según sea necesario.

Un juego de planos es para un arquitecto lo que una receta es para un médico. Ambos representan la solución profesional al problema de un cliente, pero detrás de esos papeles hay años de estudio y experiencia. De aquí que decirle a un arquitecto “Quiero la casa de esta revista; hágame el plano” es tan ofensivo como decirle a un médico “Tengo tal enfermedad; hágame la receta”. El profesional necesita hacer un análisis antes de emitir su diagnóstico y recetar un tratamiento. Pero no siempre el tratamiento es lo que el cliente esperaba.

Los planos de nuestra casa suponían que no habría closets, sino que usaríamos armarios móviles en los dormitorios. Talvez fue por ver tantas revistas de “Casa y Campo”, o quizás estábamos preocupados por el presupuesto. Por la razón que sea, Abbie y yo habíamos decidido que ésa sería la mejor manera de guardar la ropa.

El diseño de nuestra casa tenía un vacío de 2 x 2 metros en la esquina noreste, justo al norte del baño. Por supuesto, este hueco era parte del efecto magistral de un segundo eje de simetría que corría longitudinalmente por el centro de la casa. Haciendo a un lado el hecho de que este efecto sólo se podía apreciar en planos (en la planta arquitectónica, para ser preciso) y que nunca se experimentaría en el edificio construido, el detalle era el fruto de una mente genial y artísticamente organizada. Tan genial y tan artística que cuando el maestro constructor marcó los zanjos de la planta baja, no se fijó que el diseño tenía un vacío de 2 x 2 metros en la esquina noreste de la casa.

A él le pareció que éste era el lugar sensato para ubicar un walk-in closet. Contiguo al baño. Jamás se le ocurrió que fuese de otra manera. De hecho, él asumió que al dibujante se le habría olvidado dibujarlo en el plano, pero que lógicamente allí iba el closet. ¡Para cuando yo llegué, el zanjo ya estaba hecho! “Arquitecto”, dijo el constructor, “son sólo cuatro metros de zanjo. Con sólo cuatro metros cuadrados de piso y dos metros lineales de pared, usted tendría un closet. Si lo repetimos en planta alta, fácilmente y con poco dinero puede darle un closet de cuatro metros cuadrados a cada habitación.”

A veces, lo que se ve genial en papel no es la mejor solución. A veces, el maestro constructor es más sabio que el arquitecto. A veces, la mejor planificación del mundo necesita pequeños ajustes en el camino. A veces, Dios nos da la sensatez de reconocer nuestros errores y aceptar que otros tienen una opinión superior. Cuando todos esos “a veces” convergen, puedes terminar con tres walk-in closets en tu casa.